CUANDO Pablo Casado llegó a la sede central del PP, los de toda la vida pensaron que se trataba de un niño que había ganado la visita en un concurso de Disney Channel. ¡Error! Había llegado para quedarse y no jugaba con pistolas de agua, sino con un kalashnikov. Que se lo digan a los socialistas, a los que, ante su insistencia en un cara a cara entre Rajoy y Sánchez, ha vacilado de mala manera ironizando sobre lo mucho que complican las encuestas determinar quién debería ser el rival de Rajoy en ese debate