Las coruñesas y los coruñeses siempre han sido muy de foguetes. Y no se trata de que sesudos estudios las califiquen a ellas como las quintas más infieles del país o a ellos como los poseedores del semen de mejor calidad de España; no, se trata de que a unas y a otros les gustan mucho los artefactos pirotécnicos, pero ese amor corre peligro. La Asociación Animalista Libera y la Fundación Franz Weber, que sienten una gran preocupación por los animales, que no es mala cosa, han reclamado al Concello que restrinja a actos puntuales la cohetería, pues los bichos se estresan mucho con los estallidos. Igual hasta los lorchos de Riazor sufren taquicardias ahora que se han puesto de moda los fuegos acuáticos en la Batalla Naval. Claro, que tampoco se puede olvidar que ambas entidades denunciaron en su momento las largas jornadas de trabajo de los ponis de una atracción de feria, expuestos a un ensordecedor ruido, posiblemente víctimas de golpes, pero resulta que aquellos caballos enanos tenían ruedas y no como consecuencia de una mutación genética, sino porque eran de juguete. A veces es mejor estar callado que hacer atronadoras peticiones.