LUCAS “Buah, neno” Pérez –ahora ya “Bouah, boy”– no se pasó una vida vestido de blanquiazul como Fran, ni marcó tantos goles como Bebeto; dos temporadas –y un partido– y 24 tantos, unidos a su forma de ser y a su piquito de oro, le llegaron para ganarse un sitio en el santoral del Deportivo. En su despedida, en la que se presentó con una chaqueta más propia de un inversor de la City que de un vecino de Monelos, juró amor eterno a La Kuruña y al club. No hacía falta que lo hiciese, pues ese amor está más que probado con hechos y avalado con 20 millones de euros. Solo le queda aprender inglés, porque por ahora lo suyo es inglis pitinglis.