El hecho en sí es ya definitorio. Una cincuentena de “valientes” agreden salvajemente a dos jóvenes y sus novias. El motivo resulta también revelador: los agredidos lo fueron por ser guardias civiles y sus novias por ser sus parejas. Al ser reconocidos cuando se encontraban fuera de servicio y de paisano en un bar se les molestó y amenazó hasta que salieron a la calle y allí en tumulto se produjo el ataque que no cejó ni cuando las victimas estaban en el suelo y sangrando. Nota también de interés: nadie acudió en su ayuda, nadie se atrevió a afear la conducta de los matones, vinculados a los tentáculos políticos, legalizados en aquella sentencia del Constitucional zapateril. Sucedió en Alsasua (Navarra).
Las reacciones de quienes se negaron y se niegan a condenar los asesinatos de ETA de criminalizar a las victimas, loar a los agresores y exigir la libertad de los dos “gudaris” detenidos. Si jaleaban el tiro en la nuca, aplaudían las bombas y brindaban por los secuestros no iba a parecer repudiable esta “nimiedad”. Y el “detalle” de que fueran una turba, que actuaron cobardemente y amparados en la desproporción del número no impedirá que sean considerados como héroes. Al fin y al cabo eran los mismos que llamaban asesinos a los que era n los asesinados.
Pero no creo que en el análisis podamos quedarnos únicamente en la repulsiva justificación y enaltecimiento de la barbarie que han protagonizado Sortu o Bildu o como se quieran llamar. Hay algo incluso peor por lo que descubre y por lo que oculta. Es esa sociedad corroída por el miedo y la conveniencia y en perpetua búsqueda de excusas exculpatorias para los verdugos e inculpatorias contra las víctimas, que vuelve a dar muestras de una enfermedad crónica: la cobardía moral.
Y no están tan solos como pudiera parecer. Porque de inmediato surge también esa corriente de pensamiento mendaz y débil del tóxico doble rasero que intenta minimizar y mirar para otro lado al grito de “no pasa nada””no hay que dramatizar”, es “mejor no darle importancia” y sale con lo del hecho aislado y los rescoldos de un odio que hay que ir superando. Por lo visto a base de callar. Pero siempre por un lado. Porque el hecho será aislado, pero el clima y el caldo de cultivo es general en algunas zonas donde los filoetarras siguen campando a sus anchas. Y sí, el odio está ahí, pero es unilateral como fueron los actos terroristas y la utilización de la violencia por mucho que ahora se quiera hacer revoltijo de los que mataban con quienes morían. En un estado democrático, garantista donde los haya y donde podía defender cualquier idea a través de la palabra y el voto. Pero donde ellos eligieron la bala y la metralla. Y estos, sus sucesores y herederos, la coacción pandillera y la paliza brutal.