Me parece baladí el hecho de que aún haya que esperar unos días el anuncio de la composición del nuevo Gobierno. Hemos esperado casi dos años a tener unas carteras ministeriales ‘definitivas’ y bien podemos hacerlo un par de días más. Mucho más preocupante me parece el bisoñismo con el que la parte de Podemos ha asumido el anuncio de quiénes serán sus representantes. Bisoñismo y precipitación. Y aún más inquietante es algo que me parece que se perfila en el horizonte: el riesgo de que este Gobierno se convierta en ‘dos’, uno presidido por Sánchez y el otro, por Iglesias, con ‘sus’ ministros podemitas dirigidos por él.
Ha sido hasta ahora tanta la intensidad en los esfuerzos por ocupar el poder que es de temer que se hayan descuidado aspectos clave en el funcionamiento de un Ejecutivo. Téngase en cuenta que es el primer Gobierno de coalición con el que cuenta España desde hace más de ochenta años, y que nunca ha habido costumbre de ‘cogobernar’ con un ‘socio’, y menos con uno tan atípico, como Podemos. De ahí que, como en las familias no del todo bien avenidas, se haya hecho preciso un curioso protocolo para regular las relaciones entre las dos fracciones. Entre los dos ‘socios’ existe de todo menos confianza: en esto sí nos dijo la verdad Sánchez.
Luego está el organigrama. Hay carteras que no se justifican sino en la necesidad de repartir poltronas para todos. Y está muy claro que los ministerios dependientes de Podemos carecerán de atribuciones ejecutivas importantes, por lo que sospecho que derivarán tratando de ocuparse de cosas que no les hayan sido atribuidas, desde ‘portavocías bis’ hasta los medios de Comunicación del Estado, comenzando por esa RTVE. Confiemos, por lo demás, en que el organigrama sea respetuoso con las verdaderas necesidades de la nación: resultaba incomprensible, por ejemplo, el dislate de acumular en una sola ministra las carteras de Educación y la Portavocía. Y resultará intolerable un crecimiento en el número de Ministerios para dejar a todos contentos: el actual Presupuesto no da para tanto.
Por fin, los intereses de la nación. Este Ejecutivo aleja las perspectivas de un pacto transversal, de Estado, con la oposición, con la que, por culpa de todos sin duda, se ha salido de la investidura tarifando y más distanciados que jamás. Ya se nos ha anunciado que no habrá pacto con el PP para la renovación de los órganos judiciales, lo cual, siendo muy grave, aleja, al menos, las sospechas de que volvería a pactarse ‘bajo cuerda’ un reparto de los miembros del CGPJ tan vergonzoso como el que se intentó hace año y medio.
Pero lo cierto es que algunos de los grandes acuerdos que serán imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestra democracia, y que requieren del acuerdo del Gobierno con la oposición, también se alejan: unos pactos sobre Exteriores, sobre servicios secretos, sobre educación, sobre equilibrios territoriales, sobre Cataluña y, sobre todo, sobre esa necesaria reforma constitucional que, una vez más, se difumina. ¿Cuánto tiempo aguantará así, sin cambios, nuestra ley fundamental, cuánto esta desfasada normativa electoral?
Personalmente, me he expresado en el sentido de que deseo que este Gobierno, aunque no me parezca el mejor para mi país, acierte en sus planteamientos y en su trayectoria, porque eso redundaría en un bien para todos. Pero para que las cosas salgan bien hay que hacerlas bien. Sin trampas, con transparencia, contando con todos y no excluyendo a media España. Ahí lo dejo, para lo que valga, que será, sin duda, poco.