Dicen que la palabra del año 2015 es refugiado. No sé quién o quiénes la propusieron, ni quiénes la votaron. Pero ahí está: refugiado. No me gusta porque me parece algo sosa, y poco explícita; a no ser que se aplique a los refugiados políticos o la guerra, no a los de la lluvia, el sol, hacienda, el paro, o de una capa de hostias.
Lo que sí echo en falta es la frase del año. Puede que nadie la haya dicho; pero yo, que la he pensado, quiero proponérsela; esta: hijo de la gran puta. Me parece corta, rotunda, explícita y, en algún caso, hasta cariñosa. Refugiado puede llegar a serlo cualquiera, pero hijo de la gran puta no, hay que servir.
Y para ejercer como tal hace falta poder, y poder querer serlo. No es preciso presentar currículo, la frase se aplica a buen criterio y punto. Pueden votar. Hasta aquí mi columna. Quiero aprovechar el espacio restante para felicitar el Año Nuevo al presidente del Gobierno.