TODOS SON IGUALES

La frase “todos son iguales”, en tono despectivo y condenatorio, es utilizada en el lenguaje popular para expresar el rechazo y reproche social de determinados comportamientos humanos, censurables e incluso delictivos, de personas pertenecientes a instituciones o sectores profesionales, sociales, económicos, políticos y hasta religiosos.
Es evidente que en esa frase se “juzga el todo por la parte”; pero la sabiduría popular la utiliza cuando la experiencia de los hechos le demuestra que la extensión y alcance de los mismos, dejan de ser excepcionales o aislados y se convierten en habituales o más frecuentes.
Cuando el vicio o mal que se denuncia se presenta en numerosos casos, es explicable que se tienda a generalizar su apreciación, pensando que ya no se trata de una enfermedad sino que estamos en presencia de una epidemia. En estas circunstancias no es admisible minimizar su importancia y efectos con las excusas de que “no es justo generalizar” o “son casos aislados”. Esas reticencias para no reconocer la dimensión y alcance de su realidad y consecuencias son perjudiciales, pues no sólo no corrigen el mal sino que, además, contribuyen a que no desaparezca y aumente.
La historia nos enseña y la actualidad también nos lo confirma, cómo en casos extremos esa tendencia generalizadora ha acuñado expresiones e ideas socialmente demoledoras. Sirvan de ejemplo las expresiones que identifican “patrono y explotador”, “capitalista y defraudador”, “banquero y usurero” y “gobernante y corrupto”. Estas condenas de la sociedad hacen recaer sobre las instituciones o el conjunto de una colectividad los desmanes, abusos, atropellos y acciones desdeñables o delictivas cometidas por algunos de sus miembros o integrantes. Este traslado de la imputación al ente colectivo, sin perjuicio de la sanción que merezca el infractor, debe movilizar a los grupos, partidos y organizaciones afectados a su depuración urgente y a una regeneración interna que expulse a los corruptos, indeseables y desleales. Esta decisión servirá también para evitar la acusación de que, so pretexto de ser injusta la generalización, no se afronte, de forma inmediata, la corrección exigible.
No cabe duda que los mayores casos de corrupción se producen en las estructuras y a la sombra del poder donde también se dan, con más frecuencia, los casos de nepotismo, clientelismo y compra de voluntades.
De esos vicios no se libra, en mayor o menor medida, ninguno de los partidos políticos, que, además de máquinas electorales, se convierten en agencias de colocación para los más próximos, allegados, parientes y correligionarios, sin olvidar el sistema tan socorrido de los asesores y de los llamados cargos de confianza para colocar, libremente, a sus familiares y amigos, sin atender a su titulación, mérito o competencia, amén de los retiros dorados que con la llamada puerta giratoria, aseguran a sus ex políticos en activo.

TODOS SON IGUALES

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