“Cuentan de un sabio…”

Un estudio de la Facultad de Psicología de la Complutense concluye que el estrés, la ansiedad, el insomnio y la depresión son los síntomas del coronavirus que afectan a “un elevado número de personas”. Es normal, dicen los psicólogos. Los ciudadanos están mostrando un comportamiento ejemplar, pero la reclusión prolongada y la radical incertidumbre ante el futuro sanitario y económico resquebrajan la capacidad de resistencia y ya asoma el cansancio en parte de la población que presenta un cuadro con ese estado emocional.  

Pero los que estamos sanos somos unos privilegiados y, por tanto, somos los menos indicados para quejarnos o desesperarnos en esta situación de tanta adversidad. Estamos en nuestras casas, más o menos confortables pero son nuestras casas, y comunicados con nuestra gente, familiares y amigos, con los que intercambiamos mensajes que llevan y traen gritos de ánimo virtuales en pequeños textos e imágenes. 

Con ese propósito de levantar la moral rescato de la red dos WhatsApp muy pertinentes. El primero es una fotografía de siete de los treinta y tres mineros de Chile “sepultados” en la mina San José en 2010 con esta leyenda: “si ellos pudieron estar 70 días encerrados en una mina a 700 metros de profundidad, sin agua, sin comida, sin servicios básicos, ¿qué te cuesta quedarte en tu casa dos semanas?”. 
El segundo reproduce escenas escalofriantes de la guerra civil española. Preguntaron a una octogenaria que vivió aquella contienda “qué pensaba del coronavirus” y la señora sentenció que “o que nos pasa agora é América comparado con aquelo”. Entonces América equivalía a paz, abundancia y bienestar.

De modo que no tenemos derecho a quejas, a sucumbir a depresiones o ansiedades. El recuerdo de los mineros de Chile y del sufrimiento que padecieron nuestros padres o abuelos en la contienda fratricida deben ser el antídoto que relativice los males causados por el encierro forzoso impuesto por el bicho.

Don Pedro Calderón de la Barca dejó unos versos en La vida es sueño que son una lección permanente para transitar por la vida cuando las cosas vienen mal dadas y acecha la desesperación: “Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía. ¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo?; y cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó...”. 

Ese “otro sabio” son los enfermos y los muertos, víctimas del virus, y los miles de trabajadores del sector público y privado que arriesgan su salud para que España funcione y todos nosotros vivamos en buenas condiciones. Pero esto merece otro comentario.

“Cuentan de un sabio…”

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