En la España de las cuatro esquinas, la legislatura que acabamos de estrenar iba camino de ser la del tres a uno. Todos contra el PP o todos contra Podemos. Pues va a ser lo segundo. Será el primer efecto de la complicidad PP-PSOE, ampliada a Ciudadanos por arrastre inevitable de las ciento cincuenta medidas previamente comprometidas en su pacto con el PP.
Visto de otro modo. A un lado quedan tres fuerzas de inequívoca adhesión al orden vigente, que emana de la Constitución sin perjuicio de su mayor o menor prisa por reformarla. Y al otro queda Unidos Podemos, de inequívoca vocación rompedora del “régimen del 78”, según lo llaman Pablo Manuel y su gente.
Hablar de vocación rompedora, o rupturista, es una piadosa forma de describir la automarginación de Podemos en un escenario de colaboración de los partidos en el normal funcionamiento de las instituciones, donde el diálogo, el pacto, el compromiso, deberían ser el pan nuestro de cada día. Pero los dirigentes de Podemos, al menos la facción representada por Iglesias, han decidido salir de ese escenario para practicar las artes escénicas, también llamada “política de gestos”.
Un servidor de ustedes prefiere llamarlo gamberrismo político. Porque se trata de fogonazos visuales, sonoros o digitales, que se agotan en sí mismos. De nada sirven, nada arreglan, nada aportan, no sacan de pobres a los parias de la tierra ni mejoran la vida del ciudadano. Eso sí, tiene su recorrido en los medios de comunicación.
Algunos de memoria reciente: el desplante a los reyes en la Fiesta Nacional, la aversión a la figura de Felipe VI “porque nadie lo ha votado”, la negativa al minuto de silencio por la muerte de Rita Barberá, ausencia de Iglesias en el homenaje parlamentario a la Constitución española. Y ahora, la deliberada fijación de su segundo congreso nacional de Podemos (Asamblea Ciudadana Estatal, en su lenguaje) para las mismas fechas previamente establecidas por el PP para el suyo.
Absurda pretensión por escenificar que el eje de la política nacional, los que tienen el poder y los que pueden tenerlo, es el de PP-Podemos. Se trata de llevar a los medios de comunicación lo que no responde en absoluto al real latido de la vida política y parlamentaria, clarísimamente centrado en el eje PP- PSOE-Ciudadanos. Sin protagonismo en el Parlamento ni en el juego político ligado al funcionamiento de las instituciones, Podemos Unidos juega a disputar con el PP el protagonismo mediático durante tres días del próximo mes de febrero.
Entretanto, Iglesias se trabaja un liderazgo que muerda. Y si no muerde, no sirve. En la calle, mejor que en las instituciones. Eso le dice a su rival, Iñigo Errejón. Y se hace cuesta arriba rastrear por ahí los contenidos de un debate ideológico de fondo. Más lo veo como una mera expresión del gamberrismo político que va a tener a Podemos fuera de juego durante la presente legislatura.