Proliferación de topless

a pérfida Albión amenazándonos siempre. Bien utilizando peyorativamente “demonio del mediodía” para referirse a nuestros monarcas o aludiendo a la vergüenza de Gibraltar como límite sureño de la piel de toro. Ahora con lo del brexit-me voy para quedarme-asistimos a esa política sinuosa que sostiene delicada una taza de te con la mano mientras mete la otra en la caja del tesoro común europeo a fin de conseguir rentabilidad en euros sin dar nada a cambio.
No obstante, pese a ello, algo posee Gran Bretaña para que todos sigamos sus pasos. Desde su modo de concebir la democracia, contar con un genio dramático como Shakespeare, escuchar los Beatles, la falda corta que ha revolucionado la moda femenina y el destete ocasional, hongos topless, en los arenales de playas coruñesas. Tal práctica, arrancó en los bares y centros de división nocturnos, prolifera en las playas donde las mujeres se quitan la parte superior del traje de baño para tomar el sol. Viene a ser como los bosques que se pueblan de setas al pie de los árboles durante las lluvias de otoño y aquí desafían la brisa marítima. Los hay hermosos, serenos, juveniles, ajados. Anacreonte afirmaba que el seno de una mujer no debía sobrepasar dos huevos de tórtola. Y la tradición cuenta que la belleza de Heba se completó con la copa de oro que Vulcano aplicó a uno de los senos de Venus trabajando el vaciado. El desfile playero permite disfrutar espectaculares maravillas: “Cual cervatillos mellizos/ de corza, son tus dos pechos,/ que apacientas entre lírica/ los más blancos y más tersos” (Samón). Lope y Quevedo cantaron estas cimas que se alzan sobre hipocresías humanas. Miraba aquella mujer de tal modo, que tocas sus senos era como tocar el enigma de la vida. O los secretos a voces que golpean la orilla y la plata de sus peces ante un horizonte abierto en plenitud. El tiempo inexorable jadea la calderilla de sus días.

Proliferación de topless

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