La ignorancia no emancipa

La ignorancia no emancipa a nadie. Tampoco la de las normas gramaticales, por mucho que se disfrace de libertadora y revolucionaria. O dicho de otro modo: propinando al lenguaje puñaladas traperas del tipo “portavoza”, asestada por una Irene Montero que no parece creer en su acreditado buen hacer parlamentario hablando bien, no se consigue nada en favor de la igualdad en derechos, consideración y salarios entre hombres y mujeres. Al contrario, lo que se consigue es bastardear más el tesoro de nuestro idioma, generar neologismos no solo innecesarios sino pueriles, y producir consternación.
Ignorar que los géneros gramaticales no guardan relación alguna con el sexo, salvo en los contados casos obvios que sí, y que los nombres invariables, cual el caso de “portavoz”, diferencian el sexo por el artículo, el o la, un o una, no es propio de quien, por su facundia y facilidad de palabra, ejerce la portavocía de lo que sea y, comúnmente, cobra por ello. Sin embargo, el caso de la “portavoza”, como el de aquella “miembra” de un gobierno, pudiera aludir a algo más grave, si cabe, que la ignorancia, toda vez que hablar bien es una consecuencia de pensar bien, y hablar mal, y no digamos hablar mal por gusto, deliberadamente, de pensar mal.
En el tiempo de la posverdad parece estarse creando, para combinar bien con ella, una especie de posfeminismo, de suerte que del mismo modo que la posverdad nada tiene que ver con la verdad, salvo que es su contraria, el posfeminismo no se relaciona con el feminismo emancipador e igualitario sino para distorsionarlo, banalizarlo y destruirlo. Se trata de un neo o posfeminismo de raíz machista, pues usa idéntica agresividad, que aplaude a las actrices de Hollywood que no denunciaron en su día los ultrajes sufridos, no impidiendo así que tantas otras los padecieran después, tantas y durante tantos años, mientras no parece especialmente concernido por la peor y más abyecta clase de explotación de las mujeres, la esclavitud de la trata y la prostitución.
Ese posfeminismo que a menudo falta al respeto a las mujeres estabulándolas en la invariable condición de menores de edad (como el machismo) está causando estragos, pues lo mismo manda al paro a las azafatas sin considerar qué funciones de éstas son lesivas para su dignidad y cuales no, que le arrea patadas inmisericordes al diccionario. Nunca la ignorancia emancipó a nadie de nada, y la corriente que hoy la enaltece y glorifica, menos.

La ignorancia no emancipa

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