¿Traerá 2017 más crecimiento y, de rebote, más empleo que 2016? No es lo más probable, según la mayoría de expertos, pero son tantas las incertidumbres, sobre todo en EE UU y en la Unión Europea, que parece aconsejable esperar un poco antes de ser categóricos. Además, son tantas las cifras y porcentajes que se barajan en materia de empleo y paro en España que a veces es fácil manipularlas o crear falsas sensaciones.
Habitualmente se consideran más rigurosos los datos de empleo de la Encuesta de Población Activa y se le da menos valor a los del paro registrado, de periodicidad mensual. También tienen su importancia los datos de afiliación a la Seguridad Social. Con estas premisas hay algunas conclusiones que pueden darse por válidas: la primera sería que la mejora del empleo trae consigo más precariedad y la segunda que casi todos los sectores se han recuperado, con las excepciones de la construcción y sus industrias auxiliares, por un lado, y de la banca, por otro. En el polo del crecimiento destacan los datos de empleo en la hostelería y en el sector educativo. En resumidas cuentas: España está cada vez más cerca de igualar los datos de empleo de 2009 y le falta dar el paso para igualar las cifras de los ejercicios 2007/2008, los últimos años de la bonanza económica.
¿Podría dar España ese salto en 2017? No parece probable, ya que el crecimiento podría ralentizarse, tras un período en el que las compras del Banco Central Europeo mantuvieron los tipos de interés en niveles muy bajos, al tiempo que se depreció el euro –algo positivo para las exportaciones– y siguió estando bajo el precio del petróleo. La clave europea está ahora en conocer la dimensión del plan de inversiones públicas financiado con eurobonos, de posible impacto positivo en España.
Todo parece indicar que el Banco Central Europeo seguirá comprando deuda y que un euro débil favorecerá las exportaciones, suponiendo que haya a quien exportar, ya que ahora mismo no crecen ni la demanda europea ni el comercio mundial, una tendencia a la que no será ajena la nueva política económica de Donald Trump y la gestión de la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
A la vista están, pues, muchos condicionantes que a España le vienen dados -incluido el repunte del precio del petróleo-, mientras de puertas adentro se habla de subir impuestos. Parece difícil confiar en la inversión pública y no cabe esperar milagros del sector privado, donde el cambio de modelo económico cuesta percibirlo. Al menos de momento se impone la cautela.