todos los españoles deberían hacer un ejercicio de inmersión en la realidad catalana que, además, resulta muy simple. La globalización hace que hoy en día sea más que sencillo poder ver cualquier emisión de TV3, la televisión autonómica en directo. Nadie tiene que tener miedo a que el único idioma que se escuche sea el catalán. La realidad es que, pasados unos diez minutos, uno se siente como si hubiera nacido en Canaletas y no es difícil seguir los hilos argumentales de las conversaciones.
Este simple ejercicio serviría para comprender que, ahora mismo, España y la Cataluña que pasa por los platós de TV3 son dos mundos paralelos que jamás conseguirán converger.
La noche del lunes al martes, una vez conocida la sentencia del procés, un puñado de supuestos expertos juristas se dedicaron a analizar el texto y, por supuesto, a hablar de las arteras maniobras que en él contemplaban. Iban de lo maquiavélico que resulta que los recursos en Estrasburgo no vayan a llegar a tiempo por la duración de las penas (ellos calculaban cuatro años en el Constitucional y otros tantos en la corte europea) y, al final, uno no sabía si el interlocutor en cuestión hubiera preferido una condena mayor para que Estrasburgo terminara quitándole la razón al Supremo.
Incluso se aseguró que Llanera tenía que conocer la sentencia antes que los encausados, ya que en cuatro horas no le da tiempo a activar la euroorden, ya que “Llanera no es Supermán”.
Pero lo más curioso fue que cuando comenzaron a llegar las imágentes que mostraban las cargas de los Mossos en El Prat, se quejaban amargamente de que Torra animara a la rebelión “pero desde su casa” y que luego mandara “a nuestra policía” a dar palos. De verdad, mucho tienen que cambiar las cosas para que sea posible cerrar las heridas que ahora están abiertas.