Uno tiene la percepción de que no envejece. Superandos ya con mucho los 50, mi mentalidad es joven y cuando pienso en mis padres cuando tenían mi edad actual, los recuerdo mayores. Estoy en ese momento en el que la gente de mi edad me parece muy mayor e incluso a alguno más joven que yo, también lo veo muy mayor. Los años pasan y, sin más mérito que haber nacido en los 60, he tenido la oportunidad de vivir acontecimientos históricos en nuestro país.
Con apenas catorce años me levanté un día para ir al colegio y mi madre me dijo que no había clase porque Franco había muerto. Con la mentalidad de un niño celebré aquel festivo regalado sin profundizar en sus causas. A partir de aquel momento todo iba rápido. Un rey aparecía en escena y los movimientos políticos se sucedían sin parar. Muchas manifestaciones, carteles llenaban las paredes, cantautores actuaban en todas las ciudades y emergía Adolfo Suárez como hombre clave de la transición que empezaba a poner los cimientos de una democracia advertida de riesgos por todas partes. Una banda asesina ocupaba prácticamente los telediarios teñidos de sangre inocente a manos cobardes de asesinos disfrazados de no se qué ideología que los animaba a matar.
Un grupo de políticos de todos los colores se sentaron para redactar un texto que sería nuestra Constitución y que se aprobaría mayoritariamente en referéndum por los españoles allá por el año 78. Ese texto aún hoy vigente, fue la garantía de paz que cuenta ya con 40 años cumplidos y sigue siendo el cinturón de seguridad de nuestras libertades. Un día, creo que un 23 de febrero, caminaba por la calle cuando un amigo de la familia me dijo que me fuera para casa que había un golpe de Estado. Así lo hice y me encontré a mis padres pegados a la radio y con cara de preocupación. Algo grave estaba sucediendo y no creo que fuera consciente de lo que ocurría. Días después, vimos una gran manifestación en Madrid en la que políticos de todos los colores compartían una gran pancarta que rezaba “democracia”.
La Constitución, aún en su niñez, había ganado el pulso y la transición seguía su camino de ilusión y también de algunas incertidumbres, la ilusión pesaba mucho más y grandes personas de prestigio reconocido participaban en política dispuestos a dejarse la piel para consolidar el sistema democrático que ya no tenía vuelta atrás. Con dificultades, pero con firmeza, todos los partidos aceptaron proteger nuestra Constitución y avanzar hacia el futuro haciendo frente, desde la unidad, a todas las adversidades. Hubo problemas en el tiempo, graves; corrupciones, errores, traiciones, en realidad hubo de todo y todo se superó gracias a la paz social que los españoles fuimos capaces de construir.
Pasados 43 años de todo aquello, ha llegado a la política una generación que no vivió nada de todo esto y que parecen dispuestos a repetir errores y poner así en peligro tantos esfuerzos y aciertos conseguidos por todos los españoles. Estos que viven pensando en reescribir el pasado desde un rencor impostado, deben de enterarse de una vez que el futuro ya está aquí y que lo que hoy nos preocupa son nuestros hijos y el día de mañana. El que quiera hacer experimentos ya sabe, en casa y con gaseosa.