Hace hoy ocho días era noticia de portada en los medios de comunicación el naufragio en el canal de Sicilia de un pesquero de 30 metros de eslora. La carga eran inmigrantes hacinados, unos encerrados en la bodega -el billete de tercera clase- y otros en cubierta, según el criterio de las mafias que comercian con estas personas en extrema precariedad. Un carguero portugués que pasaba por allí recogió 28 supervivientes, entre ellos el que ejercía de capitán, ahora en la cárcel, que según los supervivientes pilotó el barco drogado y borracho.
Fue la mayor catástrofe de la inmigración y ocurrió en el Mediterráneo que hoy separa el mundo de África, que muere de hambre y se consume en guerras intestinas, de la Europa próspera y en paz y el éxodo es imparable. Los días siguientes eran rescatados más de otro millar de inmigrantes y hay un millón esperando en Libia porque nadie puede poner puertas que impidan a estos desheredados de la tierra escapar del subdesarrollo, de la miseria, del hambre, de las guerras y persecucione, en definitiva, del infierno de sus países de origen para buscar un horizonte con algún futuro.
¿Qué se puede hacer? La imposibilidad de una acogida universal, sin reglas, no exime a Europa de hacer algo para impedir que se pierdan tantas vidas en el fondo del mar, pero después de la reunión de los mandatarios europeos no sabría decir qué es más alarmante, si su falta de ideas o su falta de voluntad política para atajar la crisis humanitaria que se vive en la frontera sur de nuestro mundo.
Acordaron aportar más dinero -Europa siempre cree solucionar los problemas con dinero- para un mayor control de fronteras y lucha contra las mafias, que solo son el síntoma del problema, más cooperación con países de origen, más solidaridad de en la UE para acoger a refugiados… El parto de los montes, acuerdos generalistas que no atacan las causas que originan este éxodo masivo.
Europa está anestesiada por el sálvese quien pueda en medio de la crisis, dice Sami Naïr. Los partidos de derecha e izquierda y los Gobiernos no buscan una auténtica política de gestión de la inmigración y dejan que las cosas sigan así, entre otras razones, por el ascenso de los movimientos de extrema derecha que predican el odio al inmigrante.
Total, que Europa aparta cínicamente la mirada de los inmigrantes que, en su huida desesperada, siguen muriendo en el Mare Nostrum. Pero esas muertes hoy ya no son noticia