La España negra

El espectáculo de la vista oral contra el siniestro comisario Villarejo al que, por primera vez, veíamos sin la gorra y la bufanda con la que siempre ha ocultado el rostro, fue el reflejo de una España negra que no hemos querido ver. Unas cloacas del Estado que emponzoñaban, y nadie garantiza que no lo sigan haciendo, a los cuerpos de policía. Sus tentáculos alcanzaban también a los sucesivos Gobiernos, la administración de Justicia, a grandes empresas que cotizan en el IBEX y a algunos medios de comunicación. Las grabaciones ilegales, el chantaje y las amenazas reportaron a Villarejo una inmensa fortuna cuyo destino se desconoce. Por la contundencia y el vigor de sus intervenciones ante el juez, en las que llegó a decir que no se arrepiente de nada, resultan muy poco creíbles las apelaciones a su quebrada salud para salir del centro penitenciario de Estremera.

En la sala, por videoconferencia, apareció también otro de los personajes turbios de esta historia: Corinna Larsen, quien creó con Villarejo una sociedad de “socorros mutuos” que permitió a ambos chantajear al Estado y a la Zarzuela, además de enriquecerse. No es extraño que su aquiescencia a prestar testimonio ante el juez tuviera como objetivo defender a su amigo Villarejo. Hizo un relato, que pretendía ser conmovedor, sobre su miedo y desamparo de mujer sola frente a las amenazas del entonces máximo responsable del CNI, Félix Sanz Roldán. Incluso pidió cuentas a su ex, Juan Carlos I, y este no le tranquilizó. Ni siquiera los más de sesenta y cinco millones de euros que había recibido como “regalo” del Emérito habían conseguido apaciguar su ánimo. Visto con perspectiva y ante el repugnante espectáculo contemplado en el juicio, cabe preguntarse si un militar con el impoluto y brillante expediente de servicio al Estado que ostenta Sanz Roldán, no debió asesorarse mejor antes de denunciar al ex comisario. Y más teniendo en cuenta que Villarejo había convertido al CNI y a su jefe en los enemigos a abatir. El prestigio de Sanz Roldán, a quien los diferentes Gobiernos mantuvieron al frente del Centro Nacional de Inteligencia por su brillante labor, no necesitaba carearse con personajes de la catadura moral del ex policía y la ex amante. Otra pregunta que seguramente quedará en el aire y que muchos ciudadanos seguirán haciéndose es si el máximo responsable de los servicios secretos de un país, cuyo objetivo y misión es proteger al Estado de amenazas como el terrorismo yihadista, debería ser el encargado de solucionar las secuelas de la frivolidad sexual del Emérito.

La España negra

Te puede interesar