Los últimos de Filipinas

Reconozco que no veo mucha televisión, más bien poca. Pero hace unos días estuve disfrutando de una película que contaba la historia de 54 soldados españoles que se resistían a rendir su posición en la guerra de Filipinas. 

Lo que más me llamó la atención fue la actitud del teniente que los mandaba. Puesto que su orgullo y su ciega educación militar no le dejaban ver la realidad, siempre aferrándose a la idea de que recibiría refuerzos. Aunque éstos nunca llegaron. 

Aquel hombre ni siquiera aceptaba lo que decían los periódicos españoles acerca de la guerra. Hasta que un buen día vio un anuncio sin importancia en uno de ellos, diciendo que un compañero de armas había sido trasladado a Málaga. 

Sin duda, para aquel oficial izar la bandera blanca no era una opción, al menos honorable. Y lo demostró. Su grupo se batió con gran arrojo, con episodios heroicos por momentos. Hasta que un día, confundido, desorientado, incluso con mucho miedo, ordenó abrir fuego contra un grupo de mujeres y hombres desarmados que acercaban. 

Uno puede entender que hay circunstancias y situaciones complicadas en la vida de las personas, incluso terribles, como las de aquel teniente. Pero aun así, es difícil entender como un militar honorable puede llegar a tales extremos. Primero por humanidad. Y segundo porque se supone que los oficiales deben comportarse como caballeros; incluso aunque luchen en una guerra colonialista y anti-patriota, como son esta clase de guerras. 

Pero de todo hay en la viña del Señor. También se supone que los psiquiatras y psicólogos no hagan cosas que vayan en contra de su código ético profesional, sin embargo, violando las normas más elementales de la decencia, han llevado a cabo experimentos vergonzosos con seres humanos. Y lo que es peor, han colaborado fríamente en programas de tortura por mandato de la autoridad política. Siendo esto todavía más abominable y repugnante que lo que hacen algunos militares en un frente de guerra.

Es cierto que a los militares no se les entrena o educa para analizar cuestiones políticas o filosóficas, sino para obedecer órdenes. Pero hay órdenes que nunca deberían ser dadas. Y hay otras que bajo ninguna circunstancia deberían ser ejecutadas. Porque la “obediencia ciega” no deja de ser una auténtica aberración.

Pero volviendo a aquellos militares. A medida que pasaba el tiempo, donde la inanición y las enfermedades hacían estragos en el grupo, el teniente empezó a ser consciente de lo que les esperaba, por lo tanto, decide finalmente rendirse. Lo cruel fue que esperó demasiado. Pudo evitar muchas cosas, cosas terribles si hubiera tomado antes esa sabia decisión. 

Lo cierto es que aquel oficial fue demasiado lejos con la idea de resistir. Porque una cosa así solo puede ser justificada cuando se defiende palmo a palmo al país de una agresión extranjera. Y no era el caso. De otro modo, pierde todo sentido; ni siquiera es práctica. 

Por lo tanto, aunque estas gestas sean heroicas no dejan de ser estériles. Porque cuando no ayudan a la causa, incluso aunque ésta sea colonial, no serán recordadas con demasiado entusiasmo. Y mucho menos admiradas. Otra cosa muy diferente es cuando sirven para defender causas justas o patrióticas. Pero el colonialismo –aunque lo adornen– no cumple con ninguna de ellas.

Algunos dirán que el honor de la patria merece cualquier tipo de sacrificio. Pero claro, en estos casos sería bueno separar los legítimos intereses de la patria de los particulares.

Separar el grano de la paja. Porque casi siempre los intereses infames, innobles, son envueltos en la bandera nacional. Y sigue ocurriendo. Por lo tanto, esta sigue siendo la eterna duda para cualquier militar que se precie.

De la película también me llamó poderosamente la atención que el grupo asociaba el valor con los “cojones”. Lo curioso es que todavía hoy en este país se sigue relacionando el coraje y el arrojo con semejante estupidez. 

Y mal negocio cuando en un país se hacen ese tipo de mezcolanzas. Cuando tales singularidades son asociadas, además de anteponerlas a la inteligencia, los resultados se pueden predecir fácilmente.

Los últimos de Filipinas

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