Causa cierto estupor leer y escuchar la interpretación que se da a nuestra historia reciente y, en particular, ahora que se vuelve a hablar de aquella larga época como nunca. Por eso es bueno que las nuevas generaciones la conozcan a través de la información no de la opinión. Se vivía en una “democracia orgánica”, representada por el Movimiento (que agrupaba a los vencedores de la guerra incivil), el sindicato vertical (que era, como no, afecto al Movimiento) y el tercio familiar, que engloba al personal de a pie que tuviera en regla sus papeles y el certificado de buena conducta que expedía el párroco.
Esos fueron, durante más de cuarenta años los que votaban y sin duda a lo que se refería el nieto de Franco cuando explicó en la tele “que en aquel tiempo en España también se votaba”. ¡Para echar unas risas, no?
Pero continuemos con la historia: Naciones Unidades acepta a España en su “club” en diciembre de 1955, con el apoyo del “amigo americano”, que dos años antes había instalado sus bases en Madrid a cambio de apoyo internacional, aunque aquello causó el rechazo de varios países.
España ingresa en el Mercado Común en enero de 1986, pues los socios comunitarios dejaron bien claro que la democratización de España –legalización de los partidos, justicia independiente, etc.– era un requisito indispensable. Ese argumento quedó claro en el solemne acto de incorporación (con Portugal, que era otra dictadura gemela a la española) y que llevó consigo la entrada en la OTAN.
Todo eso mitigó el aislamiento internacional al que fue condenado el franquismo al acabar la guerra mundial. Y en esos largos años en los que España era una incongruencia (llamémosla así para no usar palabrotas) en el viejo continente, los ciudadanos malvivieron con la cartilla de racionamiento, aguantaron el estraperlo, el predominio del nacional-catolicismo que imponía las normas sobre la moral (vestidos, canciones, películas, y un largo y oprobioso etcétera) hasta que, volvemos a la historia, estos acontecimientos –entrada en Europa, en la ONU– fueron la primera apertura (¡treinta años, casi, después de la terrible guerra entre españoles) con tímidos avances y profundos retrocesos si recordamos aquí los Tribunales de Orden Público (el TOP), las detenciones a los disidentes (aún anda por ahí Billy el Niño), la censura en los medios de comunicación, algunas purgas sonoras como la de los intelectuales acusados de contubernio, etc., etc. Esta es la historia: rebelión militar, golpe de Estado y más de 40 años de caudillaje.