Cataluña: hora cero

A pocos días ya de que se pinche el globo de la piñata catalana, a ver con qué sorpresas, no insistiré en escribir sobre este asunto, aunque debiera, que todo es poco para contribuir a zanjar, en argumento jurídico y acción eficaz, esa provocación intolerable de insurrectos malcriados con más que dudosa higiene intelectual, y hasta de la otra, por lo que fue de ver no hace tanto, oliéndose el tufo de sus sobacos con fruición una ínclita líder de esos amotinados de pega, a los que sólo les hace falta un poco del ungüento serio de la Guardia Civil, para que decaigan sus delirios hacia la serenidad y el mejor juicio.
Y es que todo este clima de violencia latente y consentida, ha conseguido que España, toda España, el resto de España, sea un creciente clamor de indignación en las conversaciones cotidianas contra la Cataluña levantisca y provocadora, y no está fuera de muchos ánimos marchar sin más contra aquel territorio para liberarlo del independentismo irredento, atroz y atolondrado.
Ya no se trata, ahora, de evitar que se celebre el referéndum, esa obviedad jurídica de obligada coerción, sino de impedir con rotunda eficacia que la calle no sea sino de los ciudadanos, que no de los insubordinados para la rebelión de las esteladas.
Los hay, bribones o ingenuos, que dicen es el momento de “hacer política…”. Ahora mismo, la única política posible, y obligada, sobre Cataluña, es decidir si aplicar el artículo 155 de la Constitución, con sus posibilidades graduales, o directamente el 116, previsto para estados excepcionales. 
Por cierto, equiparable al artículo 42 que, a estos mismos efectos, disponía la Constitución de la Segunda República, de lo que informo a los “exquisitos del diálogo y la moderación”, en realidad tramposos y fuleros metidos, precisamente, a lo que patrocinan, o sea, “hacer política”, ese frenesí vicioso y desleal tan rentable, tan conocido.
Como en la ruleta el croupier… ¡No va más…en Cataluña!. Es la hora de la Ley, sólo de la Ley, y de toda la Ley, con toda su exhibición de fuerza, pública y ejemplar.

Cataluña: hora cero

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