Peccata mundi

Cada vez más surge Ortega, el filósofo, claro, en tertulias y conversaciones, y en las agendas dialécticas de algunos meritorios de la política, como si don José anduviera todavía por El Sol alumbrando con su inteligencia la turbulencia fanática y gris de aquel tiempo de España, mira por donde, casi un trasunto, a veces, de la ópera bufa de ahora mismo. Pero es hoy que no tenemos sino la esencia evocadora del cráneo privilegiado que Ortega representaba, en el decir resbaloso y zumbón de Valle-Inclán, y además toda su acreditación filosófica ya ha sido convenientemente motejada de fascista, o por ahí, por el pensamiento político de izquierdas, ese oxímoron frecuente, a todas luces excesivo, y en trance siempre de posverdad a la más rigurosa violeta. Con todo, el problema no son tanto los teóricos de la cosa, arribistas de la cultura, cuanto los fanáticos de su causa, esa legión de estúpidos acríticos y moralmente degenerados, un peligro social incesante, sobre los que precisamente advirtió Ortega, y antes Steiner, con maestría divulgadora. 
El proyecto humano, cada vida, obedece a procesos sensibles que tienden a buscar el equilibrio en su punto de madurez, y que necesitan de la armonía y la complementariedad como estaciones de paso hacia la felicidad, esa aspiración suprema de la inteligencia natural, de la fuente del deseo, del estímulo de la ilusión. Naturalmente, en su conclusión opuesta, encontramos ejemplos bien contrarios, contumaces y perversos, que se oponen a todo esto, y que degradan, perturban y oscurecen ese tránsito, noble y recto, hacia una cierta excelencia de ser y sentir en plenitud.
Veamos… Cuando a Andrés Bódalo, ese sujeto cuya miseria moral e intelectual, atendiendo a sus acciones, no podría tener duda para nadie, se le compara con Miguel Hernández y se le jalea como heroico resistente social, que hagan fila y se inmolen como mártires de pacotilla quienes no sepan a qué grupo pertenecen estos barandas de la agitación. 
Sin embargo, atención, las consignas y los aspavientos revolucionarios sólo para la canalla, faltaría más… “Pablo y yo hemos emprendido un camino que transformará mi cuerpo y llenará nuestras vidas de belleza… somos inmensamente felices y afortunados”. Y es por eso que para los demás, para todos los demás, ya se ocupan ellos cada día de promover doctrinas y legislación sexual a la carta, para que cada cual pueda hacer uso libérrimo de lo que ellos de ninguna manera practican. Que es farsa, y saben bien, cómo está llamado el ser humano a la conquista de la felicidad, y por eso eligen el recto camino natural, el único posible. Y yo me alegro, muy de veras, que tengo confianza, y mayor deseo, de que la experiencia de maternidad, de paternidad, dulcifique mucho, y pronto, los desvaríos habituales de personas, en el fondo, tan juiciosas. 
“Pensar es una erección, decía Ortega, y yo todavía pienso…” No tendría que decir cuánto y cuánto estoy de acuerdo. A ver si el lado oscuro se cambia de bando, sólo fuere porque ya es de ver que conviene, dicho en su expresión escolástica más clásica. 
 

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