Antes del encamamiento, Sánchez descartó en todos los idiomas la posibilidad de gobernar algún día con Podemos. Lógico, pues hasta cinco minutos antes, el hoy vicepresidente, Iglesias Turrión, se refería al PSOE como el partido del Ibex, de la cal viva y del régimen del 78. Se entendía que Sánchez padeciese de insomnio de solo pensar en la posibilidad de casarse políticamente con un presunto enemigo del Estado.
Ese estado de opinión estaba bastante generalizado entre los dirigentes socialistas del plan antiguo. Algunos han sobrevivido con mando en plaza. Por ejemplo, el presidente de la Comunidad Autónoma de Aragón. Javier Lambán.
En vísperas del debate de totalidad de los PGE, se ha atrevido a reprobar las concesiones del Gobierno a sus aliados populistas y secesionistas, mientras apuesta por el acercamiento a Ciudadanos. Por su compromiso constitucional, le parece más fiable.
Lambán tiene facturación electoral propia, no debida a Pedro Sánchez. Por eso se permite criticar el veto al castellano como lengua vehicular, la rebaja penal del delito de sedición o la aprobación de los Presupuestos de país con los enemigos del país.
Palabras cargadas de sentido común.
Junto al castellano-manchego García-Page, el extremeño Fernández Vara, la andaluza Susana Díaz y el asturiano Javier Fernández, Lambán es uno de los barones socialistas críticos con la apertura de su partido hacia fuerzas populistas y separatistas. Posición reiteradamente verbalizada por el expresidente, Felipe González, que no acaba de hacerse notar por lealtad de partido, pero existe y acabará aflorando si el Gobierno de Sánchez sigue haciendo concesiones a fuerzas políticas de declarada aversión a la Monarquía y al vigente orden constitucional.
En contra de los deseos de Lambán y otros exponentes del socialismo español, la convergencia con Cs es imposible hoy por hoy. La influencia de Podemos, ERC y Bildu en las estrategias de Moncloa lo hacen imposible, mientras las fuerzas de la derecha soplan al oído de Arrimadas que Sánchez no es de fiar y que la acabará engañando. Sin embargo, ella quiere dejarse engañar y solo confía en que no se note.
También ella pone de su parte. Por ejemplo, advirtiendo a Sánchez de que no cuente con ella para apoyar los PGE si antes no se desdice del veto al carácter vehicular del castellano en la enseñanza.
Puede ser reacción tardía, en el caso de que sea sincera. Aunque insiste en que “no hemos comprometido nuestro voto final”, lo cierto es que la interlocución con el PSOE sigue abierta, en contra de la opinión de una parte de su partido.
Lambán tendrá que esperar sentado.