Méndez Romeu elige un buen momento para dejar la política


JOSÉ Luis Méndez Romeu echa la persiana y cierra su vida política. Lo ha hecho con naturalidad, sin estruendos, sin botar foguetes, fiel a su comportamiento durante los treinta años que dedicó a la cosa pública. Empezó de la mano de Paco Vázquez, el coruñesismo hecho hombre, como concejal de Educación y Cultura, ¡y menudo cambio –por cierto, para bien– que experimentaron!, después pasó por Madrid como secretario de Estado y regresó a Galicia para ser conselleiro y diputado autonómico. O sea, tocó todos los palos de la administración, pero ahora ha dicho basta, y ha acertado con el momento, porque en la franquicia enxebre del PSOE se avecina una temporada en la que se van a repartir palos a diestro y siniestro. Y lo peor no es esa violencia en sí misma, sino el hecho de que su origen esté en la venganza, pues las víctimas serán quienes no se plegaron a los caprichos de los nuevos jefes y defendieron su derecho a pensar por sí mismos y se negaron a decir amén a todo.

Méndez Romeu elige un buen momento para dejar la política

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