El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, aseguró solemnemente ante el Comité Federal celebrado el sábado, que su aspiración y la de su partido tras los resultados cosechados el 26-J es liderar la oposición, para lo que añadió, subrayando lo obvio, es necesario que haya Gobierno. Lo que le faltó decir a Sánchez para que esa concatenación de hechos estuviera presidida por la lógica es que para que Rajoy sea investido presidente y pueda formar gobierno es imprescindible la abstención del PSOE en alguna de las votaciones. Si los socialistas votan reiteradamente no, tal y como decidieron en el Comité Federal, esa investidura del candidato del PP es inviable, ya que siempre habrá más “noes” que “síes”. Por lo tanto, no habría Gobierno y el PSOE no podría liderar la oposición.
Esto que acabo de señalar de sobra lo saben Sánchez y el resto de dirigentes socwialistas. Otra cosa es que por estrategia política, el primer Comité Federal del PSOE celebrado tras las elecciones no fuera el “momento procesal oportuno” para anunciar o dejar entrever que llegado el caso podrían plantearse esa abstención, no tanto por facilitar la investidura de Rajoy, sino para no bloquear la constitución del Gobierno y alejar de esa manera el fantasma de unas terceras elecciones en el plazo de un año.
Como ha señalado el presidente de la Junta de Extremadura, el socialista Guillermo Fernández Vara, si Rajoy se presenta a la sesión de investidura con un acuerdo cerrado con Ciudadanos y con Coalición Canaria, lo que le supondría contar con 170 escaños, a seis de la mayoría absoluta, “a ver quién es el guapo que dice no”. Hace bien el PSOE en exigir al líder del PP que deje de marear la perdiz y busque los acuerdos necesarios para sacar adelante su investidura, pero en el supuesto que el candidato del PP los lograra, y el techo estaría en esos 170 diputados, los socialistas deberían replantearse seriamente su posición de “no” absoluto y permitir con su abstención la formación de un Gobierno después de tantos meses en situación de interinidad.
A nadie le viene bien unas terceras elecciones en el otoño. Y menos que a nadie al PSOE, porque a día de hoy no puede tener la seguridad de que no seguiría empeorando su ya desastroso resultado del 26-J. El PSOE necesita un periodo de calma y reflexión para reconstruir un proyecto ideológico que debe situarse en la socialdemocracia y decidir quién o quiénes son las personas más adecuadas para liderarlo. Eso exige, reitero, la calma y reflexión que te da estar en la oposición a un gobierno del PP que por otra parte da toda la impresión que sería un ejecutivo débil y con serias dificultades para gobernar.