Conflictos sanitarios

De un tiempo a esta parte brotan en diferentes lugares de la geografía gallega diferentes conflictos dentro de la sanidad pública, aparentemente desconectados unos de otros. Que si los PAC; que si las urgencias en Santiago; que si las convocatorias de huelgas médicas; que si la dimisión de jefes de servicios en Vigo.
En la era de las redes sociales, estamos acostumbrados a que un video de queja bien hecho y subido a la nube se convierta en viral e incendie la convivencia de sociedades enteras. No es el caso de estas cuitas sanitarias, intranscendentes más allá de los límites de la propia disputa particular del grupo de batas blancas al que afecta, que ignoran los que no le atañen. Lo sabe la Autoridad Sanitaria, aunque claro, le producen un ligero dolor de cabeza porque se le agolpan los titulares de prensa, y algo habrá que contrarrestar.
A su vez, el Partido Popular le secuestra el debate sobre la situación sanitaria al Parlamento de Galicia, a pesar de haber retado el Presidente de la Xunta a la oposición a debatir a calzón quitado. Pero la realidad política nos dice que los mantiene bien subidos. Pero raptar la discusión al Parlamento es negársela al conjunto de los ciudadanos.
No sé si nos damos cuenta de que realmente está en juego la viabilidad del Sistema Nacional de Salud, atacada por diversos frentes.
Primero, por la ausencia de un nuevo sistema de financiación autonómico. El conflicto catalán y la inestabilidad parlamentaria española influyen directamente en la incapacidad para llegar a acuerdos. No olvidemos que la sanidad es la tercera parte de los presupuestos autonómicos y sufre la reducción de recursos.
Segundo, por las decisiones de gestión. Dos ejemplos básicos.
Uno. Se obvia que el envejecimiento poblacional eleva la demanda sanitaria y provoca cambios cualitativos en la misma, atendida por un número decreciente de profesionales sanitarios. Baste el ejemplo de que hay médicos de familia de áreas urbanas atendiendo, día sí y otro también, a más de sesenta pacientes.
Dos. Se echa en falta un plan de urgencia que solucione su excesiva concentración hospitalaria provocada por decisiones tomadas en los últimos treinta años.
Hay más. Por qué se contrató un sistema de aprovisionamientos privado que cuesta sus buenos millones; qué se hace para limitar el incremento de coste de las nuevas terapias farmacológicas en los hospitales de día; o por qué se mima a los concertados en detrimento de la inversión pública.
Pareciera que nuestros gobernantes no entienden que la sanidad pública no es un negocio privado con el dinero de todos. El Sistema Nacional de Salud nos hace iguales. Cuidémoslo.
ramonveloso@ramonveloso.com

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