Se ha puesto de moda calificar como populismo toda opinión que contradiga la línea oficial de nuestro sistema político establecido. Cualquier cuestionamiento sobre el sistema se despacha con la acusación de populista y problema resuelto. Es el nuevo mantra del establishment. Con la Justicia se ha culminado este proceso. La libertad sin fianza y con autorización para residir en país extranjero concedida a Urdangarín mientras espera la sentencia del Tribunal Supremo, no sólo es algo extraordinario e inusual, sino que quienes lidiamos cada día en los tribunales sabemos que jamás se aplicaría esa decisión al común de los ciudadanos. Se nos queda el mismo rictus de estupefacción que cuando vimos al fiscal Horrach batirse hasta la extenuación en defensa de la Infanta o a la abogada del Estado dilapidar el espíritu solidario de nuestro sistema tributario con idéntica finalidad. Pues bien, si algún ingenuo creía todavía que todos somos iguales ante la justicia ya tiene la prueba evidente de que eso tampoco es más que un eslogan. ¿Populismo? No, realidad pura y dura.