El portavoz del PDeCAT en el Congreso y ex conseller catalán, Francesc Homs, aseguraba en su cuenta de tuiter que el Estado (español) se ha metido en un “callejón sin salida” y que cada día “tiene menos cultura democrática”. Cada cual es muy dueño de opinar lo que quiera y hasta parece natural que al señor Homs, cabreado como debe estar por la petición de la Fiscalía del TS de inhabilitarle 9 años por prevaricar y desobedecer en aquel ya lejano 9-N, asegure también que le “daría asco” formar parte de un sistema en el que “un político que ha contribuido a poner las urnas le quieren inhabilitar penalmente, y en cambio otro que ha manipulado a la Fiscalía y la Policía le den un cargo”. Todo correcto, incluso cuando asegura que no piensa apartarse y que seguirá haciendo política (aunque se supone que con asco).
No soy quién para juzgar los sentimientos del señor Homs ni para aconsejarle –ascos aparte– si debe o no seguir haciendo política. Incluso coincido con la indirecta/directa sobre el exministro Fernández Díaz. Pero las cosas son como son y, una vez más, habría que recordar que el cumplimiento de la ley es básico en la democracia y que cuando alguien se salta esa ley pues hay que atenerse a las consecuencias, ya sean de un multa de tráfico, ya de una inhabilitación. ¿Qué le vamos a hacer, señor Homs? Esto funciona así y ustedes lo saben, por ejemplo, con algo tan nimio como multar a los comercios que no rotulen en catalán: a mí me parece un disparate, pero ustedes hicieron esa ley y obligan a cumplirla.
Pero lo que más me llama la atención de todo lo dicho por el señor Homs, es lo de callejón sin salida, “un carreró sense sortida”. Y es que, claro, viendo como tienen las cosas el moderno PDaCAT, antigua Convergencia, lo del callejón sin salida lo tienen mucho más a la vista que el Estado: las encuestas no pueden ser más trágicas para su formación, el actual president Puigdemont ya ha anunciado su retirada, la alcaldesa de Barcelona va a formar su propio partido, los de Esquerra prácticamente ni cuentan con los viejos convergentes y las CUP les tiene cogidos por sus partes. Se van desmarcando todos del independentismo y el sueño de grandeza soberana que comenzó Artur Mas es hoy una pesadilla. Y por si fuera poco, conviene recordar lo que dijo Xavier Doméneceh, portavoz de En Comú Podem: “En Cataluña son necesarias unas elecciones ya” y añadía: “Un referéndum unilateral no se diferenciaría del 9-N, que no tuvo efectos políticos o jurídicos vinculantes. Fue una movilización popular, pero repetir lo que ya se hizo no creemos que aporte nada de nuevo y no sería una solución”. Piénselo, señor Homs, repetir aquella puesta en escena no parece una solución.
Así que ver callejones sin salida en otros y negarse a reflexionar sobre la situación de uno mismo es quedarse muy corto cuando se está al borde del precipicio. Sinceramente, a mí me gustaría –le doy mi palabra– que no le condenasen, que no prosperara la petición del fiscal; pero, hombre, no ponga usted las cosas más difíciles ni meta palos en las rueda de la bicicleta porque es justamente usted el que está dando pedales.