Hace ya algún tiempo, concretamente el 9 de marzo de 2016, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, comunicó a los militares que se acercaron a saludarla en el Salón de la Enseñanza, que se celebra habitualmente en Barcelona, que no deseaba que estuvieran en el certamen. Estábamos en el momento álgido de los alcaldes emergentes y todo lo que oliera a uniformes o a España les provocaba mucho repelús. Ahora, sin embargo, Ada Colau no se pone colorada cuando agradece a los miembros de la Unidad Militar de Emergencias que haya ido a su ciudad a echar una mano desinfectando zonas susceptibles de favorecer los contagios. Es posible que alguien piense que esta crisis del coronavirus está cambiando el mundo, que ya nada volverá a ser igual. Es posible, pero también puede ser que, ante una situación de apuro, hasta el más amante del postureo busca el modo de salvarse.