A PESAR DE TODO, FELICES

Según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, CIS, solo un 1,4 por ciento de los españoles considera que la falta de Gobierno representa un problema para España que, de momento, navega por la inercia del propio sistema. 
¿Qué preocupa a la población? Los dos asuntos que la traen de cabeza en los últimos años son el paro y la corrupción. El paro, la cara más cruel de la crisis, afecta a muchas personas y familias y amenaza a casi todos; la corrupción es “lo único que funciona en España”, decía una concejala de Valencia  y, además del quebranto económico que causan los corruptos al país, genera rechazo a los políticos y desafección a las instituciones y al  propio modelo democrático por no ejercer el control necesario. 
Pero no todo es negativo. El CIS dedica un apartado a la realidad de cada día de los ciudadanos y sorprende gratamente que la inmensa mayoría de los españoles de todas las edades –en el paquete estamos los gallegos– se considera feliz, manifiesta un alto grado de satisfacción con su vida. La familia, la pareja y los amigos son los factores que más satisfacción generan a las personas que también se sienten satisfechas con la salud y con el tiempo libre de que disponen. 
Esa satisfacción con la vida se puede visualizar estos días en los millones de desplazamientos –14,5 millones en España, 1,4 millones en la red viaria gallega– para celebrar la Semana Santa para viajar a otros lugares, disfrutar de la belleza del paisaje,  iglesias y monumentos, degustar la gastronomía o asistir a las manifestaciones religiosas.    
El barómetro del CIS, al que siendo pura estadística los expertos conceden una alta fiabilidad, arroja dos conclusiones: la primera que en España lo mejor es el pueblo. Tiene mucho mérito que la gente, como gusta decir la nueva política, después de sufrir tantos ajustes y recortes por el mal reparto de los sacrificios de la crisis, conserve la alegría de vivir, se divierta como quiere y sea feliz o busque la felicidad a su manera. 
Esto no quiere decir que España sea el mundo feliz que describió el Gobierno, actualmente en funciones. Pero, segunda conclusión, tampoco es el país tenebroso que se cae a pedazos, como lo pinta la otra parte de la dirigencia política ahora en campaña de investidura o electoral. 
Con estos datos, si unos y otros buscaran soluciones a los problemas que refleja el CIS seríamos todos un poco más felices. Pero parecen estar más cómodos enredando. 

A PESAR DE TODO, FELICES

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