La iglesia

la Iglesia Católica no le faltan enemigos, tampoco admiradores y amigos, incluso muchos que sin tener particular afecto por ella están encantados de acercarse al Vaticano para hacerse una foto con el Papa. Por allí han pasado y pasan todo tipo de personalidades, por lo general todos salen muy contentos, son miles de años de cortesía y buena educación, también de paciencia. Al margen del carácter e incluso la santidad de cada papa, que de todo ha habido, el pontificado y la Iglesia siempre han sido y siguen siendo una referencia para la humanidad, por lo menos desde hace dos mil años, desde la época apostólica, cuando los primeros discípulos de Cristo empezaron a fundar comunidades cristianas por Oriente y Occidente.
El Imperio Romano acabó cambiando su religio, oficial y pagana, por la fe cristiana y la misma Roma se convirtió en el centro religioso y político de gran parte del mundo civilizado. La Iglesia y los papas, también los obispos, cobraron entonces un gran protagonismo histórico, que muchos pueblos, incluso los no romanizados, acabaron reconociendo como fundamental. Todo esto fue consecuencia de la expansión del cristianismo, que llegó a todos los rincones de la tierra a través de las misiones en tiempos más modernos.
Esta historia de expansión, consecuencia de la fuerza de la palabra y la predicación bíblica, de una capacidad de conocimiento verdaderamente profundo de las realidades divinas y humanas, compartidas estas últimas por muchos de los grandes pensadores de la antigüedad, sobre todo griega y romana, no ha estado desde luego exenta de dificultades. Se trata en definitiva de un proceso protagonizado por comunidades humanas, que bajo el amparo de la fe han tenido que sobrevivir, aunque llenas de esperanza, a sus propias deficiencias. En primer lugar las de algunos de sus dirigentes, que no siempre han estado a la altura de las circunstancias, también están los falsos profetas, líderes de ocasión en busca de su propio beneficio; además por supuesto de toda la torpeza con que los hombres nos solemos comportar de forma individual o en grupo.
Pero todo esto no es más que una parte de la verdadera Historia de la Iglesia, hay otra cara mucho más relevante y positiva, aunque no se quiera ver, relacionada con sus grandes contribuciones a la civilización humana, fruto de su mensaje santificador y de la fidelidad de muchos de sus miembros. Pena da, por eso, que sean sus propios hijos, los de la Iglesia, los que con cierta frecuencia la critiquen y la maltraten, como si una columna periodística o un blog fueran plataformas válidas para pontificar sobre una realidad que no está al alcance de visionarios o resentidos.
 

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