Tras la detención de Carles Puigdemont en Alemania se han disparado las conjeturas acerca del inmediato futuro político en Cataluña. Las más prudentes recomiendan aguardar y respetar los tiempos de la Justicia. Quienes se manifiestan de esta manera son ciudadanos o medios no contaminados por el sectarismo político y respetan las decisiones judiciales. Los procesos de extradición pueden ser rápidos o dilatarse en función de las circunstancias específicas que concurren en cada caso. De ahí la prudencia.
Hay otro sector, representado en Cataluña tanto entre los partidos secesionistas como entre algunos medios de comunicación imantados por el “procés” que exasperados por la detención apuestan por salidas maximalistas. La más peregrina de todas ellas la promueve Elsa Artadi, portavoz de JxCat. Propone nombrar a Puigdemont presidente de la Generalitat. Una maniobra a la desesperada que en el hipotético caso de seguir adelante necesitaría que Roger Torrent, el presidente del Parlament, desobedeciera el mandato del Tribunal Constitucional al respecto de la elección de candidatos ausentes o afectados por procedimientos judiciales.
Si Torrent se presta a facilitar la maniobra se arriesgaría a ser procesado. Pero en la fase de enajenación de la realidad en la que se han instalado los dirigentes del proceso sedicioso, nada puede ser descartado. Según el decir de Inés Arrimadas (Ciudadanos), Torrent se ha olvidado del imperativo institucional y actúa como un dirigente de ERC.
De seguir en esta línea de desafío al Estado de derecho la política catalana complicaría mucho las cosas. A la vista de los acontecimientos de los últimos dos años se puede afirmar que los separatistas catalanes no tienen fuerza para lograr su objetivo final pero la prolongación de la crisis política en Cataluña es una mala noticia porque a medio plazo podría desestabilizar España. ¿En qué sentido? Facilitando la emergencia de alianzas políticas cruzadas entre los partidos de la izquierda y los separatistas forjando una alianza que podría impulsar un movimiento favorable a la reforma de la Constitución en términos proclives a las reivindicaciones de las fuerzas nacionalistas.
A mi modo de ver, un escenario de estas características no sería el más idóneo para favorecer el normal funcionamiento del país. Cuando la clase política se concentra en objetivos propios de partido, se aleja del foco de las preocupaciones reales de la gente y se olvida de resolver los problemas que atañen a la vida cotidiana de los ciudadanos. Mal asunto. Malas noticias.