LA COBERTURA IDEOLÓGICA

No hay ningún asesino de ETA que confiese que le pegó un tiro en la cabeza a otro hombre, porque le produjera placer, sino que lo hizo para que el pueblo vasco pudiera ser libre y feliz. No pretendo establecer paralelismos brutales, pero tampoco hay ningún político que no maniobre dentro del partido y traicione a sus conmilitones y se deshaga de un rival para ocupar su puesto, que admita que lleva a cabo esa acción por motivos egoístas: siempre aducirá que son motivos ideológicos, porque el derribado y traicionado es demasiado avanzado, o demasiado apocado, o excesivamente de izquierdas o tremendamente de derechas. La cobertura ideológica acompaña desde los magnicidios hasta los cambios de los consejos de administración, y es la bula de cualquier maniobra conspiratoria, y la bandera que envuelve la putrefacta mierda de la deslealtad.
La cobertura ideológica ya se ha extendido para amparar la lucha interna de poder en Podemos. O sea, que sí se puede, sí se puede comportarse de manera simétrica e idéntica a la casta y ¡ojo! hasta que no impere el caudillismo autoritario de un solo líder, el invento de Podemos no podrá echar a andar con seguridad hacia otras elecciones, porque el público, que tanto les quiere y tanto les vota, tampoco es diferente a la casta del resto de los votantes, y los prefiere unidos, y castiga las luchas y la separación.
Naturalmente, esta batalla de intereses personales, estas trifulcas por el mando se disfraza de ideología. ¿Qué se pierde y se cede? Se aduce que hay que ser dúctiles, que en la política no se puede admitir la intransigencia. ¿Qué se vence? Pues hay que decir que los principios firmes son irrenunciables, y que para eso se está en la política: para defender los principios. O al revés, da lo mismo, porque la cobertura ideológica tiene su cara y envés, y se puede emplear según convenga. Lo único evidente es la pérdida de virginidad de la doncella: la lujuria del poder la ha llevado a la cama de las ambiciones. 

LA COBERTURA IDEOLÓGICA

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