Las circunstancias, que no son otras que el hecho de que la celebración del patrón de Ferrol coincida con la jornada posterior al día de Reyes, han permitido desde siempre que las “vacaciones” de Navidad se extiendan algo más de lo acostumbrado que en la mayoría de ciudades y pueblos de este país. Sin entrar en dinámicas ajenas sobre si tal modificación es oportuna o no, más de uno pensará que tal decisión se produce en consecuencia con las demandas de sectores como el de la hostelería de hacer que la fiesta profana se imponga sobre la religiosa. A unos beneficiará y otros perjudicará, que es lo que siempre sucede con cuanto se haga, o no se haga, en esta esquina ya de por sí más que angulosa en la que nos toca vivir. Lo de cambiar un festivo por otro poco o nada debería importar, salvo –se me ocurre– para los pequeños de la casa, que por los motivos ya expuestos gozaban de un día más de fiesta. Lástima que en lo trascendente para esta ciudad esta capacidad de decisión no trascienda a ámbitos, con toda seguridad, más que perentorios.