A César Luena no lo conocía nadie cuando Pedro “La Sonrisa” Sánchez lo adoptó como perro de presa y lo nombró el secretario de Organización. A los dos días, sin embargo, ya lo conocía todo el mundo gracias a su oferta de montar una pasantía para dar clases de democracia interna a todos los partidos. Los críticos teatrales estaban asombrados de sus dotes para la comedia y se lamentaban de que hubiese preferido la política a las tablas. Pero Luena dominaba también las tablas; no unas tablas cualquiera, sino las estacas y de hecho meses más tarde advirtió a los barones territoriales de que o se plegaban a los deseos del secretario general o les desestabilizaría el partido en sus comunidades como ya había hecho con el PSOE de Madrid. Sin embargo, no se acababan ahí las personalidades del doberman sanchista, aún quedaba una que se acaba de descubrir, la de traidor; pues ha abandonado a su amo y ha pasado al oficialismo. Sánchez, en respuesta, ha pedido a sus amiguitos que le hagan bullying... Es difícil saber cuál dos los dos tiene más maldad.