Al margen de la Ley

Hace tiempo que el gobierno español debería haber frenado los desmanes de las autoridades de Gibraltar. Su gobernador, que administra un territorio de 6 kilómetros cuadrados, actúa como si fuera el mismísimo Sir Francis Drake.
Bajo el tratado de Utrecht, firmado en el año 1713, España entregó la roca al Reino Unido. Y, además, lo hizo a perpetuidad, con lo cual, sólo podría recuperarla si ese país decidiera abandonarla, cosa improbable que ocurra. No hay que olvidar, que los territorios que se adquieren por medio de las armas, rara vez vuelven a sus antiguos dueños por la vía pacífica. Y la roca de Gibraltar fue ocupada por la fuerza. Lo hizo un ejército anglo-holandés en 1704, con el pretexto de apoyar a Carlos III en la Guerra de Sucesión.
Durante el ataque, los españoles intentaron defender la posición con 380 hombres –entre soldados y milicianos– y 120 cañones, casi todos ellos inutilizados. Frente a una fuerza de 12.000 hombres, dotados con 1.500 cañones. Dato curioso, en la fuerza invasora participó un batallón catalán. Y desde entonces hay allí una playa que se llama “Catalan Bay”. Después de unas cuantas horas de enconada lucha, los defensores se rindieron al príncipe de Hesse-Darmstadt. Al día siguiente se marcharon todos los militares y funcionarios civiles españoles, llevándose con ellos archivos, registros parroquiales, actas de defunciones, etcétera.
No obstante, ese mismo año hubo un intento por parte de España de recuperar la roca. Una fuerza hispano-francesa atacó Gibraltar, siendo rechazada por los británicos. En 1713, para que los ingleses reconocieran como rey de España a Felipe V, hubo que entregarles Gibraltar y también Menorca, aunque esta última sería devuelta años más tarde. Hubo otros dos intentos de recuperación durante el Siglo XVIII, pero terminaron en fracaso.
Con los años se establecieron allí –aparte de británicos– malteses, portugueses, judíos y de otras nacionalidades. Y en 1830 pasó a ser oficialmente colonia británica (British Overseas Territory). Es decir, territorio británico de ultramar.
En el Siglo XX hubo varias resoluciones de la ONU, en las cuales se exhortaba a Londres a negociar con Madrid la descolonización de la roca.
Pero Londres, haciendo caso omiso de todas esas resoluciones, se sacó de la manga, en 1967, una pantomima de referéndum; haciendo otro “vodevil” consultivo en el año 2002. Como sabe que los llanitos no quieren ser españoles, de vez en cuando plantea ese tipo de consultas para seguir justificando allí su presencia.
A pesar de que el gobierno de ZP fue el que más concesiones hizo a la colonia (uso conjunto del aeropuerto, pensiones, tránsito fronterizo, etcétera) no consiguió ninguna contrapartida. Incluso empeoró las cosas, puesto que envió un mensaje equivocado a las autoridades coloniales. Pero sobre todo a Londres. Ellos interpretaron esas concesiones como un signo de debilidad.
A raíz de la aparición de esta nueva crisis, Londres envió la fragata HMS Westminster a Gibraltar. Aunque hoy su flota no es la dueña de los mares –como lo fue en los siglos XVIII, XIX y parte del  XX– todavía sigue siendo una armada muy potente. Sobre todo porque posee varios submarinos  nucleares, lo cual marca la gran diferencia con la Armada Española. Pero aún así, el gobierno español tendría que haber enviado un grupo naval de combate a la zona. Más que nada para decirles, que nosotros también estamos aquí y que nos tomamos en serio el órdago lanzado.
Gibraltar a día de hoy es una especie de territorio pirata. Allí se trasvasa combustible a cientos de buques, practicando una competencia desleal y violando las leyes medioambientales. Por otro lado, sus bancos están repletos de dinero de dudosa procedencia. Y el territorio está sirviendo de paraíso fiscal a muchas empresas españolas y de otros países. Y por si eso no fuera suficiente, su gobernador está ampliando, ilegalmente, la superficie del peñón, en una apuesta para ganar espacio al mar.
Desde luego, si el gobierno español no pone coto a esos abusos, su credibilidad, que ya no tiene mucha, quedará a nivel del suelo.

 

Al margen de la Ley

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