n una de las pocas cuestiones en que los españoles estamos de acuerdo es que pasamos momentos “delicados” posiblemente los más, desde la guerra civil.
Sin ser un experto en la materia no puedo evitar pensar en la influencia que los genes y la familia tienen en el individuo; un buen músico, pintor, artesano, suelen ser reflejo de sus padres y ancestros.
En el comportamiento social y político podemos hablar de una teoría similar. Comparando Estados del entorno, vemos características que marcan las diferencias y las dificultades para vivir en unos u otros.
Los conocidos Acemoğlu y Robinson en su ya consagrado “Por qué fracasan los países” despejan muchas dudas al hablar de las sociedades inclusivas y las extractivas: las oligarquías.
La revisión, de la Constitución del 78 cobra fuerza, pero alguno olvida que debe hacerse como marca la Ley y pensando en el interés general y no en el suyo propio.
Reformar la Ley Electoral –para que unos pocos no puedan decidir por unos muchos el futuro de todos– evitaría el nepotismo; llámense listas cerradas o puertas giratorias y ayudaría a resolver algo fundamental como es la separación de poderes e independencia judicial.
La siempre pendiente, reforma de la Administración se pide a gritos. A día de hoy es imprescindible. Dieciocho parlamentos, “legislando por libre” no hacen más que incrementar la burocracia, la corrupción y el gasto disparado.
La experta voz del profesor Gay de Liébana insiste: el país está en quiebra y lo que es más grave, es difícil encontrar fiador teniendo en cuenta el actual Gobierno. Repite que no nos podemos permitir “una industria política” que cuesta 25.000 millones al año. Yo añadiría, con dudosos resultados de gestión: inmigración descontrolada, desempleo desbocado y una inacción bochornosa con una pandemia donde ocupamos “el podio” de despropósitos.
Desde la revolución industrial continuamos sin dar pasos que han sido claves en otros países y sí no lo remediamos seguiremos siendo ese país de continuas caídas que en tiempos de bonanza mantendrá una tasa de desempleo doble a su entorno, y ya vemos lo que hay en las crisis.
El gobernante está obligado a administrar adecuadamente nuestro dinero que mantiene a la Administración. Mientras no rompamos un sistema que no apoya al emprendedor, exprime al empresario, lo que acaba trasladado a sus empleados. Empeora la Educación y permite la huida del conocimiento; un Gobierno que “mirando para otro lado” lleva el despilfarro como bandera con el ciento diez por ciento de deuda sobre producto interior bruto, no levantaremos cabeza,