Un vaso es un vaso y un plato es un plato” fue la frase pronunciada por un Rajoy experto en comunicación lisa y llana, para que “se le entienda o tal vez no”, en directo o vía plasma. Quiso decir que a las cosas hay que llamarlas por su nombre, “al pan, pan y al vino, vino”; “las cosas claras y el chocolate, espeso”. Que los Tratados firmados obligan a las partes y “si esto no se respeta, no hay manera de funcionar” o lo que es lo mismo, deviene en anarquía, inseguridad jurídica y caos.
Se podía haberle armardo un pollo porque de crear inseguridad jurídica este gobierno sabe un rato y sin embargo, en cuestión de segundos periodistas, tertulianos y comunes inundaron las redes sacando la frase de contexto y poniéndolo a caer de un burro, animados por el olvido del día anterior del Código civil (la entrevista con Alsina) y porque es más fácil recurrir a tonterías que trabajarse el jornal con asuntos de enjundia ya que la falta de cultura política y el papanatismo de la ciudadanía, a cuya expansión tanto contribuyen las redes sociales, favorece que nos traten y manejen como a borregos.
No debería ser lo más exigido del presidente ni es su obligación principal valerse de una oratoria florida para ser encantador de serpientes sino tener las ideas claras para cumplir objetivos en beneficio de la sociedad. Que no digo que los tenga; digo que sería esto y no lo otro lo que se le debería exigir a todos los dirigentes políticos en general. Mas siendo posible que Gran Hermano lleve ya 16 ediciones y que Sálvame Diario y de Luxe casi otro tanto, se atan sólos los cabos. Por ejemplo y sin salir de Ferrol, por qué a una ciudadana, comentando en la prensa una noticia a propósito de la inauguración de una exposición, le resulta importante la ausencia del concejal de cultura cuando más importante será verle trabajar por evitar que gente con carrera universitaria esté sirviendo cervezas y otra sin graduado escolar, dirigiendo el país.
Esa mujer bien podría ser destinataria de la declaración de intenciones que el candidato socialista a la alcaldía de Fene anunciaba en las pasadas elecciones en sus mítines: “si gano, no esperéis que aparezca en todas las fiestas e inauguraciones porque necesitaré el tiempo para trabajar”.
Ahora la tienen tomada con el look del alcalde, supuestamente descuidado incluso cuando cumplimenta a ilustres visitantes sin reparar que es él quien le hace frente a la estafa de Urbaser y ha frenado el robo que suponía el cobro de la famosa tasa de saneamiento que otros anteriores a él, con trajes y corbatas, defendían bendiciéndola. La corbata no mejora la inteligencia ni otorga capacidades.
El hábito no hace al monje y visto lo visto, qué no haría si estuviese en el lugar adecuado, para hacer frente al oligopolio eléctrico, liderado por los grandes bancos, y quebrar su posición de dominio en el mercado? Yo no tengo la menor duda y si para tenerlas bien puestas necesita sentir el cuello liberado de corbatas opresoras, por mí queda dispensado.
De encorbatados y preocupados por la apariencia (“Ahora sí que tenemos un alcalde elegante”, era otro post tras su visita a Exponav) está el tema del Naval lleno, sin que ninguno entone el “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente” porque lo que se hacía hace 20 años ya no vale hoy en día. La gente joven si no trabaja, no adquiere experiencia; los empresarios se quejan de que no hay jóvenes con experiencia cuando ellos ofrecen contratos de cuatro horas...
Y la vida va pasando... Y el que está activo, si no se actualiza queda obsoleto, fuera de mercado e incapaz de transmitir experiencia... Así, todo el capital humano se pierde por estar parado.
Por otra parte, para hacer barcos hace falta clientes y financiación y para tener ambas, tienen que creer en ti, generar confianza... En esta tesitura, ¿cuánto tiempo más aguantará en el papel que somos competitivos? O habrá que arrancar de cero y acabar trayendo otra vez de fuera personal capacitado para poner esto en marcha, porque la tecnología habrá quedado fuera de nuestro alcance?
Esto sí que es un drama y no las muletillas dialécticas de Rajoy ni las ausencias en las inauguraciones del concejal de cultura ni mucho menos dónde compre las camisas el alcalde. Es decepcionante comprobar que nada ha cambiado desde que Lope de Vega advirtiera que si el vulgo es necio, habrá que hablarle necio para darle gusto. Explica el éxito de Tele-5. Explica la necedad de esos comentarios. Explica en sí mismo el drama.