Las migraciones son tan viejas como el hombre. Desde la antigüedad los grupos humanos han estado cambiando continuamente de lugar.
Paleontólogos y antropólogos nos cuentan, tomando en cuenta que nuestros antepasados llegaron de África, que las primeras migraciones empezaron desde ese continente hacia Eurasia hace dos millones de años. Y desde esos tiempos tan lejanos nos hemos ido moviendo de un lado para otro sin parar
Aunque ahora eso parece que no cuenta. Lo que está sucediendo en Europa con los inmigrantes y los refugiados demuestra una gran incomprensión. Existen campañas más o menos encubiertas que están cargadas de odio hacia los que llegan.
Cuentan que dando Jimmy Carter una conferencia, en la cual favorecía la inmigración, alguien del público le silbó. Y que el presidente le respondió diciendo, que probablemente en el pasado de la familia de esa persona hubiera algún inmigrante. Perece que después hubo un gran silencio.
Es cierto que cuando se ignoran ciertas cosas, o cuando nos dejamos influenciar por los manipuladores de turno, asumimos como verdades cosas que no lo son. Por eso es tan importante informarse. Pero bien. Es la única manera de que no nos vendan gato por liebre.
En estos tiempos hay gente que odia lo que no conoce. Sin duda, es un sentimiento inducido. Lo que significa que odia porque se lo ordenan otros, gratuitamente, sin saber la razón por la cual lo hace. Debe ser frustrante y a la vez muy triste sostener un sentimiento tan miserable contra alguien que no le hizo nada a uno.
La realidad es que en torno a los que llegan se está haciendo mucha politiquería. Y de la peor. Como si esas personas fueran algo así como una “especie invasiva”. Malas hierbas.
Ahora nadie toma en cuenta que fueron los intereses los que destruyeron el hábitat de millones de personas. Y como dijo el Papa Francisco hace unos días: “¡basta de usar a Oriente Medio para obtener beneficios ajenos a Oriente Medio!”. Quizá sea por esas cosas que este Papa cae bien incluso a los ateos.
En todo caso, bien mirado todos somos inmigrantes. Puede que un grupo étnico o cultural lleve siglos viviendo en un determinado territorio, sin embargo, en algún momento en el pasado llegó de otro lugar; no hay poblaciones verdaderamente autóctonas. Por lo tanto, somos el resultado de individuos, familias y grupos que anduvieron en un constante peregrinar. Lo demás es rizar el rizo.
Así que, deberíamos pensarlo dos veces cuando traten de indignarnos contra los que llegan, pues en algún momento nuestros antepasados fueron también extranjeros; quizá eso nos serviría para entender mejor lo que está pasando. Porque, curiosamente, parece ser que el origen de todos nosotros comenzó en el sudeste de África.
En realidad, las fronteras vinieron mucho más tarde como una construcción social y política. Es cierto que abrirlas de par en par sería una locura. Pero construir campos para encerrar a decenas de miles de personas tampoco es de sentido común; de hecho es la peor de las opciones.
Porque no nos engañemos, mientras no se ayude a los territorios que fueron destruidos y no se dejen de lado los juegos geopolíticos, seguirán llegando inmigrantes y refugiados. Y en esto ni siquiera tenemos en cuenta las consecuencias del cambio climático, que obligará a millones de personas a dejar sus países.
Pero en Europa no quieren escuchar. Al contrario, hablan, además de los campos de internamiento, de crear un ejército europeo paralelo a la OTAN para enfrentar –según dicen– el problema de los refugiados. Ignorábamos que los que se lanzan al Mediterráneo fueran enemigos tan peligrosos; la idea parce más que nada una tomadura de pelo.
Uno le preguntaría a esas “eminencias” que lanzan tan brillantes ideas si eso va en serio, es decir, si de verdad tienen la intención de usar fragatas de guerra para combatir la inmigración. Porque si es así, entonces ¡apaga y vámonos!
Una pequeña reflexión para concluir. Resulta curioso que en estos tiempos se proteja a tantas especies y que, sin embargo, la humana sea la menos protegida de todas. ¿No les parece un tanto extraño? A un servidor sí.