Las aspiraciones principescas de Ferreiro se esfumaron

 


EL potaje no es un plato propio del verano, así que no debería extrañar que En Marea, originariamente un espacio multicultural hispano-galaico y ahora sabe Dios qué, pasase de ser un restaurante que aspiraba a una estrella Michelin (20-D) a tener que conformarse con la categoría de furancho (26-J). Las consecuencias han sido terribles, los cocineros empezaron a atizarse y no paran; y, cómo no, Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A Gaiteira, se los está comiendo a dos carrillos. Empezó a recibirlos incluso ya antes del fracaso. Su decisión de irse de bolo a Madrid para intervenir en el cierre de campaña de Ni Unidos Podemos en vez de participar en el peche junto a la xente do común, le valió la primera ración, a la que hasta se sumó su hermano siamés, Martiño “2.0” Noriega. Ahora continúan todos en tropel con la paliza, si bien Carmen Santos, la vicaria de Pablo Iglesias na terra, ha asumido el papel de Agustina de Aragón –a María Pita ni me la mientes– y es quien dirige la somanta. Como aún pensase en ser el Príncipe de las Mareas, va dado.

 

Las aspiraciones principescas de Ferreiro se esfumaron

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