LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Usaré mi perfil pero no hablaré de política”. Así se expresaba Sergi, el joven valenciano que fue detenido por la Guardia Civil por apología del asesinato, tras quedar en libertad con cargos. No hace tanto que la misma Guardia Civil también detenía a veintiuna personas acusadas de ensalzar actividades terroristas y humillar a víctimas. Por su parte la Fiscalía de la Audiencia Nacional ha abierto diligencias informativas contra los administradores de una cuenta de Twitter, @HumorrNegro, en la que se han podido vulnerar los derechos de las víctimas de terrorismo con discapacidad, entre ellas, la periodista Irene Villa. Estas noticias han revolucionado las redes sociales que ven en estas actuaciones un ataque a la libertad de expresión. Mientras otros muchos son los que salen diciendo que Internet no puede ser una barra libre y recalcan la necesidad de regular lo que se dice en las redes sociales. “Así se hace hostia!! A matarlos a todos!!!! Más tiros en la cabeza de PPeros!! Isabel CarrasKO” o  “que me los pongan en fila uno al lado del otro y que me den un AK-47 que verás tú como acabo con todos esos hijos de puta fascistas de mierda”. Estas son algunas de las frases que Sergi colgó en su perfil de Twitter y que luego ha intentado justificar como una forma de protesta social dentro del marco de la situación actual. Pero esto no es hablar de política ni ejercer el derecho a la libertad de expresión. Es pura y llanamente destilar odio e incitar a la violencia. Amparados en lo que hasta ahora se consideraba el anonimato de la red muchos eran los que se atrevían a lanzar mensajes incendiarios como estos, convencidos de su impunidad. No hace tantos años, un joven con bigote se dedicaba a proferir mítines en las cervecerías de un Munich deprimido por la recesión. En su discurso hablaba de los políticos traidores, de cómo el sistema democrático no servía de nada y de la necesidad de iniciar una revuelta violenta. De paso también se expresaba acerca de su odio a los judíos o de la lacra que suponía el Partido Comunista. En un principio a este joven tampoco le hicieron caso, y al final todos sabemos en que terminó la cosa: La Segunda Guerra Mundial. Quizás Sergi no sea el próximo Hitler, pero está claro que es necesario empezar a marcar límites sobre lo que es o no es aceptable en unas redes sociales que cada vez han adquirido una mayor repercusión.

 

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

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