Juegos de azar

El otro día, al pasar por delante de un bar, por cierto bastante oscuro y sucio, tuve oportunidad de oír el estruendoso tintineo de las monedas cayendo en el cajón de una máquina tragaperras, mientras el agraciado y otras personas asistían expectantes al afortunado suceso, que solo había tenido oportunidad de ver en algunas películas relacionadas con casinos y lugares de juego. Supongo que lo de ganar el premio gordo, aunque posible no es frecuente, sino los dueños de las dichosas máquinas saldrían perdiendo, cosa que estoy seguro que no ocurre.
Esto de los juegos de azar siempre me han dado mucho que pensar y ese día, si cabe, mucho más. Reconozco que no tengo ninguna simpatía por el tema y sí bastante animadversión, como todo lo que contribuye a la degradación de las personas. Me refiero, por supuesto, al vicio del juego, casi como forma de vida o a la explotación de quienes no saben comportarse con responsabilidad. Por el juego se llega a la mendicidad, incluso a la marginación, y todos conocemos algún caso.
Últimamente a estos peligros hay que añadir el del vicio de apostar, continuamente incitado por las multinacionales del sector, causantes de un tipo de ludopatía particularmente insidiosa. Ya no se puede ver un partido de futbol en la televisión sin que, cada dos por tres, algún o alguna guaperas, te invite a jugar de una forma machacona y constante: se trata de adivinar quién ganará o quién perderá; cuántos goles se van a marcar y quién lo hará primero. Y así un sinfín de posibilidades en las que invertir dinero perdido; pues esto del juego es un asunto muy traicionero. Una vez enviciado ya no se puede parar, hasta la bancarrota y más allá; por lo menos en bastantes casos.
Un anzuelo habitual para captar apostantes por parte de las empresas organizadoras, es que les ofrezcan una cantidad inicial o duplicar la primera, de forma que los más propensos se enganchen con facilidad. A mí todo esto me resulta bastante desagradable, por no decir lisa y llanamente que me parece repugnante, me da asco.
Especialmente penoso resulta ver a algunos famosos presentando estos “productos”, como si fueran una maravillosa experiencia. Supongo que ingresarán sus dinerito, que no será poco, a costa de fomentar el vicio de las apuestas. Se ve que para algunos no existen barreras morales a la hora de lucrarse, muy típico del mundo de la farándula, aunque a veces lo intenten disfrazar de progresía. Las nuevas tecnologías, tan importantes y positivas para otras muchas cosas, facilitan todavía más este tipo de alienaciones, una verdadera enfermedad que afecta a bastante gente joven. Como mínimo esto del juego es una pérdida de tiempo, además de un peligro.
 

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