La “última” semana

Todo por decidir. Más... o menos. Después de una campaña distorsionada por haberla hecho coincidir con la Semana Santa, por primera vez los debates electorales van a ser decisivos. Todos pueden ganar los votos que necesitan... y todos pueden perderlos. Un fallo puede destrozar todas las previsiones. Ese 40% de indecisos que no saben si van a votar ni a quién, va a ponerse delante de la televisión esperando la señal. Y los cuatro líderes deberían empeñarse en ser sinceros, en explicar su programa, en plantear cómo esperan resolver los problemas reales de los españoles y en qué van a hacer si, como parece, nadie tiene una mayoría suficiente para formar un Gobierno con vocación de durar.

Decir con quién van a pactar y con quién no van a hacerlo. Qué están dispuestos a ceder y qué líneas rojas no van a pasar. Cómo, o a costa de quién, van a conseguir los ingresos necesarios para mantener y aumentar el Estado del Bienestar o cómo se puede mantener lo que tenemos bajando los impuestos. Cuáles son sus propuestas sobre el modelo territorial, sobre la Educación, sobre la Sanidad y sobre la Justicia. Cómo van a garantizar las pensiones, qué planes tienen sobre la creación de empleo y qué fiscalidad plantean. Pero también deberían hacer alguna propuesta inteligente sobre el futuro. No hablo del futuro de los partidos o de las instituciones sino de los ciudadanos. Cómo quieren que sea España dentro de diez o veinte años dónde van a invertir para hacer frente a los retos y a los desafíos tecnológicos, científicos, médicos y hasta éticos que se vienen encima de todos nosotros. Y haría falta un notario que tomara nota de todos esos compromisos adquiridos ante la ciudadanía y que tuviera la capacidad de chequear cada seis meses, cada año de la Legislatura el grado de cumplimiento del que ganara las elecciones o del pacto de Gobierno que se realice después.

Eso es lo deseable. La tentación de los cuatro líderes puede ser la de machacar al contrario, debatir sobre sus intereses, mentir sobre las propuestas y los pactos de futuro, engañar a los ciudadanos que se dejen, pretender resolver los problemas complejos con soluciones fáciles. Necesitamos una política abierta, imaginativa, capaz de grandes consensos sobre los grandes problemas que desmonte los populismos baratos de cualquier signo que están bebiendo en el descontento y el cabreo de los desencantados y de las clases medias que tan importantes han sido y son para la cohesión social. Todo eso puede salir del debate. Debería salir.

La “última” semana

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