Mi lamento

Que pena siento en el aliento. Que tristeza sujeta mi alma con recuerdos negros que siempre vuelven. Que dolor reciente se fotografía en las aguas. Que espíritu luchador renace de las cenizas. Que decepción asfixia las palabras e inhala las promesas tóxicas bajo las mismas alas de las gaviotas que solo levantan el vuelo para llenar sus bolsillos. Que estruendo de voces nuevas se estrella contra las sillas de madera inamovibles por la ignorancia octogenaria.

Las cicatrices de Galicia siempre supuran, las manos del pueblo la cubren con vendajes de superación y saben que, aunque muchas manos cirujanas del mundo acudan en su auxilio están solas. Solas…

Y entonces entienden, en esos momentos, esa es la tristeza que ahoga este lamento, porque cuando se apague el fuego, se dejen sin sangre las venas en las vías del tren o los cormoranes libres de su ropaje de luto con prestigio, levanten el vuelo porque en vez de lluvia cayeron del cielo papeles lilas, todas las promesas serán olas, humo y curvas. Y llegará el llanto porque disfrazaron el engaño con monedas ensuciadas.

Los cubos trajeron la imagen de las chalanas. Los rostros poco a poco fueron envejeciendo sobre los periódicos que contaron la tragedia de un país que depositó sus lágrimas al pie del Santuario en los ojos del mundo. Las mismas manos, las mismas miradas, los mismos dirigentes con puños almidonados, las mismas mentiras.

Precaución, prevención, erradicación, solución, …dijeron… también buscaron culpables…. Ficticios, irreales, inventados. Cualquiera vale… la madera de ese sillón es de roble. Tenemos que ser como el vino y envejecer… Se les olvidará… pensaron las manos más negras que la de los marineros limpiando las olas o los ancianos que quisieron salvar su ganado.

Pero mi memoria almacenó en una parcela verde el miedo. Mis ojos miraron de frente cada verano el olvido, el abandono de esta tierra, cada invierno los barcos “prohibidos” en un corredor agitado por los temporales. Y la tierra y el mar me devolvieron su mirada suplicante. El viento susurraba sus lamentos… Volverán a quemar nuestras raíces, volverán a surcar nuestras aguas y las curvas nunca serán rectas. Y saldréis de nuevo a luchar, a levantaos, a gritar unánimes: Nunca Máis…  seguía diciéndome el vendaval…

Y solo quedaran cenizas de ese clamor mientras Galicia no despierte y aprenda a amar la tierra y el mar y San Marcos se involucre llevando este lamento hasta los leones de piedra, cambiando las leyes que rigen y permiten que el luto se extienda cada año sobre nuestros corazones. Que nuestras lágrimas no llenen más cubos ni nuestros mares enviuden nunca más. Galicia en tus manos y en el papel que sale de tus montes está el pañuelo. No lo olvides. Non chores mais!!

 

Mi lamento

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