Ay, pena, penita, pena

Rodrigo Rato compareció en el Congreso, en la comisión de investigación sobre la crisis financiera, el rescate bancario y la quiebra de las cajas de ahorro, donde también han declarado Solbes y Salgado. Rato compareció no para dar explicaciones, sino para que se las dieran. Arrogante, chulesco y desafiante. El único, el gran adalid de este país. Vergonzosa intervención de alguien que habiendo sido ministro de hacienda no cumplía con la obligación que el mismo exigía al resto de los españolitos de a pie, que lejos de comprarse caros billetes de avión, instrumentos musicales o canales de televisión, hoteles, clubes de golf o restaurantes como Casa Lucio, sobreviven al día a día, cubriendo sus gastos necesarios. Mientras las arcas públicas que se nutren con los impuestos de todos, eran saqueadas por personajes que no pagaban los suyos y que además lo justifican. 
Este señor, cuyo sonrojo es inexistente, ha ido al Congreso a dar un mitin. A explicar que el mundo está contra él, porque todos menos él tienen la culpa de la quiebra de Bankia. Este ex vicepresidente del Gobierno, se dedicó durante cuatro horas a dar lecciones de economía. Materia que desconocía, según declaró en la causa de las Black. Eso sí, llegó para echar broncas a diestro y siniestro, retando a que le lleven al juzgado a denunciar lo que sus señorías le manifiestan. ¡Pero si ya le acusan de al menos 14 delitos!¡El mundo al revés!.
 No se entiende muy bien el objetivo que se persigue en estas comisiones, cuál es su resultado práctico, su finalidad salvo el ridículo. Tiene mucho mérito que un fulano que se ha dedicado a saquear al país comparezca para dar lecciones, cuando ya ha sido condenado a cuatro años de cárcel por apropiación indebida tras haber dilapidado el patrimonio de Bankia, según la Audiencia Nacional. Cuestión con la que se despacha diciendo que esto no fue un saqueo personal sino cosa del “mercado”. De los 14 delitos que se le atribuyen, al menos seis son contra la Hacienda pública, aunque pueden ser más en función de la prescripción. 
Sin embargo, lejos de explicar su intervención en esto de la cuestión de la crisis fue a un ajuste de cuentas. A denunciar una vendetta personal que el gobierno actual y/o los anteriores tuvieron contra él. Según el Juez los consejos de administración que él presidía «aprobaron unas cuentas maquilladas sobre la verdadera situación de las entidades que administraban, que no reflejaban la imagen fiel de las mismas, con el consiguiente perjuicio tanto para los que posteriormente suscribieron acciones (de Bankia) como para el Estado». ¡Infamias!. 
Sorprende, sin embargo, que sus propios correligionarios, sabido lo sabido, afirmen que fue un gran ministro de hacienda. ¿Un gran ministro?. ¿Puede un buen ladrón ser un buen gestor?. Sin duda, pero de lo suyo, nunca de lo ajeno. Y al pobre Rato le da mucha pena su situación después de militar 30 años en un partido. ¿Qué pretendía? Que sus fechorías se difuminaran en la pátina habitual o el “enturbio” de la crisis económica. Al intocable no le resultaba justo que se entendiera que en el tema de las tarjetas tuviese que rendir cuentas, ni que esas cuentas fueran declaradas en Hacienda. Es su vida personal y sus gastos, como dijo, y como tales deben ser cubiertos. “Era una tarjeta de remuneración y la remuneración uno la gasta en lo que crea conveniente”. ¡Ole tu papo!. 
El comportamiento de Rato sólo puede calificarse de infame. Porque si ya es grave que un político lleve a cabo prácticas ilícitas aún es más lacerante en alguien que tuvo responsabilidades tan elevadas. Sólo desde la desvergüenza absoluta se puede entender que carezca de complejos. Este tipo de personajes (que desgraciadamente abundan), están por encima de los demás. 
Pues sí, señor Rato, es una pena. Una gran pena la que tenemos los ciudadanos que han puesto a ladrones como usted, que, bajo la apariencia de buen gestor y honrado padre de familia, se la han metido doblada. Ay, pena, penita, pena. 
 

Ay, pena, penita, pena

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