En paralelo con el paseíllo de los usuarios de las tarjetas de Caja Madrid se conoció el “desfile” de otras estrellas, esta vez en las páginas del diario “El País”, cuyos “modelos” eran sindicalistas liberados de Confia, la antigua Federación de Banca de Comisiones Obreras.
Su manera de actuar casi es un calco a la de los agraciados con aquellas tarjetas opacas. La Federación de Banca de ese sindicato gastó a lo largo de cinco años, entre 2008 y 2012, los años más duros de la crisis, un total de 14,06 millones de euros en viajes, transporte, dietas y hoteles, que son gastos previsibles y seguramente necesarios.
Pero hay otras partidas que combinan mal con la “abnegada” labor sindical, como son decenas de miles de euros gastados por la cúpula estatal del sindicato en asadores, en marisquerías y en restaurantes de elevado precio; en reuniones y en congresos, con eventos que cuestan más de 300.000 euros; o los miles de euros sin especificar agrupados en el epígrafe de “varios”.
Son llamativos los sobresueldos en forma de complementos que van desde 54.000 a los 92.000 euros para el período de los cinco años y que tienen como beneficiarios a los delegados sindicales ”liberados”, que ya cobraban el sueldo de las entidades financieras de las que procedían. Sin ninguna duda, en casos como estos, ser sindicalista liberado de banca es un chollo.
Pero resulta aún más llamativo el hecho de que, según la información publicada y no desmentida, bancos y cajas dieron al sindicato más de ocho millones de euros en esos cinco años, una aportación dineraria que alimenta ciertas sospechas sabiendo cual fue final de las cajas, desaparecidas unas y rescatadas las otras.
Tanta generosidad lleva a pensar que aquellas entidades daban ese dinero a Confia para “comprar de voluntades” neutralizando de esa manera la labor de control que debían ejercer sus sindicalistas que se sentaban en los consejos. Esta era la forma de proceder de Miguel Blesa en Caja Madrid cuando otorgaba prebendas y repartía tarjetas entre los consejeros, sindicalistas incluidos, con licencia para gastar a destajo.
Nadie cuestiona la necesidad de los sindicatos, pero, como la mujer del césar, además de ser honrados deben parecerlo. Y deberían revisar sus estructuras, analizar procedimientos y actuaciones y acometer una renovación a fondo. A no ser que quieran quedar reducidos a burócratas inhabilitados para defender a los trabajadores en el nuevo marco de las relaciones laborales.