Lo que nos merecemos

os españoles tendremos el gobierno que merecemos, el Parlamento y el Senado que votemos y el futuro que nosotros mismos labremos. Esto, a ver si de una vez, aprendemos algo, no es cosa que sea achacable, y mucho menos en exclusiva, a los “políticos” sino de la totalidad de los ciudadanos, del pueblo, del personal, de todos.
Porque “políticos” somos todos, y esto es cosa nuestra, nuestra responsabilidad, uno a uno y en conjunto. Decidimos con nuestro voto. Y con el forjaremos nuestra fortuna o sembraremos nuestra desgracia. Y es hora de decírselo a la gente, esa que siempre considera que todo lo que sucede es cosa imputable a todos los demás excepto de ellos mismos. Los malos siempre son los otros, todos menos “yo y los míos”. Y el sacrosanto pueblo no tiene jamás la culpa de nada. Pues no. El pueblo español será el merecedor y artífice máximo de lo que le suceda. Y eso vendrá dado por dos cuestiones muy sencillas. Estupidez o inteligencia colectivas. Y no soy muy optimista, que quieren que les diga.
El lunes que viene, es de lo único que estoy medianamente seguro, nos levantaremos estupefactos y perplejos. Y me da igual por donde haya salido el sol. Porque el estupor será bastante mayúsculo al margen de cuál y cuán dispar a lo que cada cual suponía sea el resultado. Aunque, eso sí, irá, merced a ello, por barrios.
Vivimos cada vez más en una España abducida. Los españoles estamos cada vez más alejados del raciocinio y ensimismados en sus propias cegueras y anteojeras ideológicas, que ni siquiera lo son, pues más bien lo que se supone “cuerpo de doctrina” son vísceras, pertenencias y fanatismos sectarios. No queda ni raspas del espíritu aquel que nos hizo avanzar con ímpetu y alegría convertirnos en el país que hace no tanto éramos. Porque ya estamos en el “éramos”, porque España, aunque no se hayan dado cuenta, o no quieran dársela o lo hagan con mendacidad y malicia, ya esta en otra ruta, en otras derivas y en un deslizamiento cada vez más destructivo. Tampoco en esto hay motivo alguno para el optimismo.
Los españoles ya “no nos hablamos” los unos con los otros. Nos hemos convertido en nuestros más despreciables enemigos los unos de los otros y hasta dentro de los otros y de los unos. Y hay responsabilidades muy graves y de consecuencias impredecibles y en absoluto buenas, en la siembra del odio que desde hace ya más de una década, a poco de asomar el año 2000, se ha venido esparciendo. Un odio que da, porque es temible, miedo. Pero eso solo a quienes lo piensan y no a quienes cada vez más lo practican.
En el fondo, quizás el resultado del día 28-A es lo de menos. A lo peor, ya ahora, y ese día solo será el certificado, ya hemos perdido todos, aunque esa fecha algunos crean, y me da casi igual cuáles, que han ganado

Lo que nos merecemos

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