Vivimos tiempos confusos en los que el relato de los hechos tiende a cobrar más importancia que el hecho mismo. De ahí que la irrupción masiva de la televisión haya cambiado de arriba abajo el universo de la política. De política se sigue hablando en el Congreso y en el Senado –cuando no están hibernados como ahora– pero donde cada día se hace más política es en los platós de televisión.
Algunos debates servidos por las tertulias televisivas operan ante el gran público como una auténtica “Tercera Cámara”. En definitiva, son los medios –y muy especialmente la televisión– quienes determinan y conforman las creencias sociales de este momento respecto de la eficiencia –o no– de los responsables políticos en la lucha contra la pandemia. Son ellos quienes construyen el marco mental desde el que la mayoría de la población interpreta la realidad.
Por eso, durante los largos días de confinamiento bajo el estado de Alarma, una de la primeras cautelas tomadas por el equipo de comunicación de La Moncloa ha venido siendo la supresión de las ruedas de prensa abiertas -en directo y con preguntas sin intermediario- para sustituirlas por un sucedáneo en el que tutelan las preguntas.
La reacción profesional de una gavilla de medios –periódicos, digitales y alguna emisora de radio– señalando el atentado a la libertad de información que desprende este formato, parece que ha surtido algún efecto y desde la factoría de imagen que promociona al presidente del Gobierno dicen estar dispuestos a permitir el libre ejercicio del periodismo preguntando acerca de las novedades y las sombras que gravitan alrededor de la conducción gubernamental de la batalla contra el coronavirus.
Desde La Moncloa, con el apoyo de los canales de televisión afines, intentan fijar el relato de la lucha contra la pandemia sabedores de que en una sociedad como la española de tan elevado consumo de televisión como limitado criterio para distinguir entre información y propaganda, colocar un determinado relato de hechos es tan importante o más que la veracidad de los propios acontecimientos. Saben que las opiniones de los ciudadanos están basadas en la informaciones que reciben –y aun suponiendo que no sean falsas– han sido seleccionadas para dirigirlas hacia una conclusión en vez de a otra.
Y en eso están. Ocultando la incompetencia de algunos políticos.