hace unos días decía en estas páginas que la mediocridad estaba en la raíz de muchos de los problemas que nos causan los políticos. Creo que es verdad, pero a renglón seguido hemos de analizar la calidad de quien los escoge para ocupar cargos de responsabilidad y poltronas institucionales. Porque un mediocre puede pretender cualquier cosa, pero tendrá que haber alguien con mayor responsabilidad y sentido común para decirle que no.
Hagamos un repaso por alguno de los casos con los que nos ha sorprendido nuestra clase dirigente. Desde Juan Guerra, hermano del vicepresidente todopoderoso del Gobierno, a quien se le permitió ocupar un despacho en la Delegación del Gobierno de Andalucía, sin cualificación, alguna para realizar todo tipo de tejemanejes, y hasta que estalló el caso Filesa los españoles descubrimos que estaba naciendo un tiempo oscuro, apartado de nuestros intereses y daba inicio a un mundo de corrupción que no imaginamos a dónde podía llegar.
Con la caída de Roldan, aquel que fuera director general de la Guardia Civil con el PSOE y pionero en la falsificación de currículum., muchos pensamos que nadie más se atrevería a conducirse por las alcantarillas a riesgo de ser cazado. Hay que reconocer que las tropelías de aquellos años no sirvieron de aprendizaje a nuestros políticos.
Cerca de 30 años después apareció una nueva generación de políticos que supuestamente venían a regenerar la maleada democracia. La política dio acogida a personajes como Bárcenas, a quien le nació una cuenta millonaria en Suiza, aun hoy sin aclarar. También a unos consejeros de Andalucía que quemaron cientos de millones, algunos de ellos en drogas y prostitutas, según su propia confesión, abriendo las puertas a personajes como el podemita Echenique, quien tras acusar a los empresarios de explotadores olvidó hacer un contrato y pagar la Seguridad Social de su asistente, a quien abonada sus mensualidades en dinero negro.
O su compañero Monedero que tuvo que ajustar cuentas con Hacienda por el dinero cobrado de Venezuela. Tampoco olvidaremos a Espinar, otro podemita que obtuvo un pingüe beneficio con la venta de su piso de protección oficial y que criticó con a aquellos que disfrutaban de la tarjeta black de Caja Madrid, a todos menos a su padre, que disfrutaba de tan ventajosa tarjeta.
Ahora surgieron los escándalos de la “titulitis” y aparece el máster fantasma de Cifuentes, la ingeniería inexistente de Merlo o el borrado masivo de falsas biografías en los currículos, aderezado con el inhabilitado Errejón que cobraba 1.800 euros al mes sin pisar la facultad. La guinda del pastel la acaba de poner Cifuentes protagonizando una humillante película de terror.
Esto es lo que tenemos y llega el momento de preguntarse: ¿quién colocó a todos estos en sus cargos? Dicen que la clase política es un reflejo de la sociedad, pero me rebelo contra esta afirmación. Hemos visto a gente sufrir para llegar a fin de mes y dar un plato de comida a su familia y con el dolor que esa situación provoca no los hemos visto robando en las calles ni engañando a sus vecinos. Puestos a elegir en el casting para políticos me quedo con los méritos de aquellos que superaron las adversidades con tesón , sin robar, sin mentir. Haciendo frente a la vida.