Tecnología sí, pero no vale todo

Que las tecnologías nos están cambiando las vidas no es decir nada nuevo. De diez años atrás hasta ahora, nuestras vidas han ido cambiando a golpe de “app”, o de nuevas herramientas que nos facilitan la vida un cien por cien, y ya no sólo a nivel informático con los nuevos Smartphone, en donde podemos llevar instalado todo lo que se nos ocurra, nuevas tecnologías que se fueron instalando a un ritmo vertiginoso y que cuesta ponerse al día en una cuando ya estás instalando otra.
Las nuevas generaciones vienen empujando fuerte, me imagino que nuestra generación debió ser igual, lo que pasa que ahora nos toca a nosotros ser los “puretas” que nos actualicemos y que sean ellos los que nos enseñen infinidad de cosas. Pero ojo, no vale todo. Podemos actualizarnos pero que no suponga puestos de trabajo. El otro día viniendo de Santiago por la AP-9, el último peaje pasé por la cabina en donde había una trabajadora para  pagar, es decir, no pasé ni por el tele peaje, ni por pago fácil, por esas máquinas que si tienes un problema le das a un botón y muy amablemente te contesta un trabajador al momento. No, lo mío fue peor, cuando pasé el peaje y camino de Ferrol, me di cuenta que enfrente de mí había unos conos, ostris, no podía venir dirección Ferrol, me mandaba hacia la Coruña. Pues freno de mano, 4 intermitentes, y bajé del coche. Le expliqué a la mujer lo que me había pasado que iba para Ferrol. Amablemente me acompañó para sacar los conos y que pudiese seguir mi trayecto, contándome que cada vez quedaban menos, me estaba diciendo que aquellas máquinas les estaban quitando un puesto de trabajo, dije que no era justo y que deberíamos de concienciarnos de que usar las otras máquinas llevaban a eso, y de que vale cuando luego ya no estén salir a protestar?. De nada, porque después ya no habrá marcha atrás. Estoy a favor de las nuevas tecnologías pero no a cualquier precio, quizás hago esta valoración porque, aunque joven, me está dando un poco de vértigo de ver al ritmo que corre el mundo, un ritmo en el que la gente peca de una carencia afectiva y emocional. Se convierten muchos de ellos en puros robots tecnológicos sin alma y sin corazón, témpanos de hielo teledirigidos, por una “app” instalada en un anclaje unipersonal que dirige la telaraña según más le satisfaga sus egos y luego así nos irá.

Tecnología sí, pero no vale todo

Te puede interesar