Los movimientos okupas son excrecencias del capitalismo, capaz de generar espacios ociosos que ellos ocupan para su ocio. Ese ser les niega como movimiento revolucionario y les clasifica como una expresión cultural más en el panorama ocupado y desocupado de nuestras ciudades. De ahí su importancia y de ella la necesidad de conformarlo y confortarlo en todas sus necesidades. También en la rebeldía. Y para ello qué mejor que mantenerlos apilados en: Bajos a desmano, casas sin puerta, cines sin proyector, caserones sin tejado… Lugares que les permitan tener la sensación de ser distintos a esos que al rabo de un oficio, que los tiene ocupados, sangran vida abonando un piso de protección oficial. Para colmo se descubre que el antiguo alcalde de Barcelona pagaba el alquiler del banco en que vivían su aventura revolucionaria. ¡Qué falta de respeto! Gracias a que Ada los ha liberado poniéndolos de patitas en la calle, donde habita la posibilidad.