Los árboles vuelven a sentirse felices

LA paternidad de la frase se atribuyó durante años a Estrabón, pero pruebas recientes aseguran que fue otro quien puso la semillita. En el fondo es lo mismo quién la engendrase, lo importante es el contenido: las ardillas podían cruzar España de punta a punta saltando de rama en rama, sin poner el pie en el suelo. A Coruña iba por el mismo camino; durante el gobierno de Negreira parecía que se podría ir de la Torre a Os Castros sin pisar la acera, pero tras las elecciones todo cambió. Ganó el candidato del PP, para regocijo de las especies arbóreas, pero Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A Gaiteira, alcanzó la Alcaldía, puso el bienestar vegetal en manos de María García, biotopo pata negra, y dio la impresión de que allá iba el sueño verde. Parecía que ella era más de monte bajo –solo hay que ver cómo tiene la ciudad–, y los ejemplares de gran porte no le gustaban, así que decidió reducir su presencia en las calles. Los primeros en caer fueron los de Primo de Rivera, después los de la avenida de Glasgow, condenados para mayor gloria del carril bici. Y cuando ya los metrosideros habían pedido la extrema unción cambió la política del Ayuntamiento, se puso de moda el sementar sementarei y el mandato municipal acabará con un 10% más de árboles en A Coruña. Todo sea que no haya un lume-foestal-urbano.

Los árboles vuelven a sentirse felices

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